IMPRESIONES DE GRANADA
Por Ramón Fernández
Palmeral
Introducción o justificación
6.- Sierra Nevada
sin nieve
9.-
Granada en Brenan
Introducción o justificación
Granada ya no es esa ciudad oriental y romántica al sur de
Europa donde venían los viajeros románticos para evitarse tener que organizar
peligrosos viajes al Oriente; a pesar de ello, Granada
nunca te defrauda, ella ha sido siempre una ciudad que me ha atraído como un
imán imposible de anular, un imán interior desde un pasado extraño y atávico,
encantos a los que no me he podido resistir. Ya no hay que buscar el ella el
orientalismo romántico que los viajeros de antaño buscaban, esa asegurada
aventura por los caminos con hombres y mujeres vestidos a lo morisco,
sino que tenemos una ciudad nueva y moderna, que a duras penas conserva
su pasado, pero eso sí, ella sigue siendo esa sultana montada en su yegua verde
sobre Sierra Nevada. La Alhambra resistiendo al tiempo como centro receptor de
admirados e incrédulos ojos, que sobre el verde de los jardines y los
embaucadores surtidores dejan libre la pasión y el enamoramiento.
La primera vez
que la visité, hace ya muchos años, creo recordar que fue sobre el año 1968 con
motivo de una expedición montañera a Sierra Nevada con mi amigo José Luis
Rodríguez, alias El Chino; recuerdo que llegamos de noche, dejamos el
pastor alemán llamado Fico dentro del Renault 4L con el equipo de
montaña, con la absoluta tranquilidad de que nadie tocaría ni un mosquetón, era
un perro excepcionalmente noble y fiero a la vez contra quienes
intentaban entrar en el círculo de sus dominios y sobre todo contra los
ebrios callejeros. Nosotros nos quedamos a dormir en una pensión o fonda
porque llevábamos casi una semana durmiendo en cuevas y en sacos de dormir. Era
una pensión de la más barata junto al Genil, teníamos poco dinero. Las pocas y
pobres luces de las calles eran de un amarillento mercurio, amarilla a la
arboleda junto al Genil poco a poco mermada por la especulación, amarillo
también albero de los márgenes de un río abrazado a su cauce con rumor de agua,
mucha agua en aquel invierno del 68 casi hasta el borde de los muros del
cauce que encajona al bravo "genilvitorino".
En otra ocasión estuve en
Granada con mis padres y mis hermanos, paramos en Loja a desayunar con ricos
mostachones en un bar que había junto a la antigua carretera nacional, antes de
que estuviera la autovía, eran verdaderos viajes, pasando por las poblaciones,
talleres y con la lentitud que nos permitían los pocos camiones que circulaban
por carreteras de dos direcciones, eran verdaderas aventuras. En otra
ocasión, en la Navidad de 1974 estuve con mi mujer, mi hermana Mari Carmen y mi
cuñado Manolo que tenía un magnífico y duro R-8, vimos la Alhambra, cuya
entrada se hacía, creo recordar por la Puerta de la Justicia, cuya arco de herradura
tenía unas proporciones majestuosas, recuerdo haber visitado el salón de los
secretos que está en el Generalife, donde se oyen una conversación a penas sin
levantar la voz, una joya de los arquitectos árabes dueños del susurro, de la
discreción y de los ecos. También subimos a Pueblollano, ya en Sierra Nevada,
un día de nieve por la carretera que hubo que alquilar cadenas en un
restaurante, las cadenas se alquilaban bajo una fianza de doscientas pesetas y
luego si las devolvías te devolvían la fianza. Al ir subiendo por la carretera,
que no es que hay ahora, sobrepasamos el
colchón de nubes y las veíamos por debajo de nosotros, era una sensación
extraña donde uno se sentía dueño de un poder mágico y casi, dría, omnipotente.
Montamos en un teleférico nos subió a una especie de refugio de montaña
un bar cercano a un sol que ardía que por encima de la nubes, a más de 3.000
metros de altitud nos abrasó, porque el sol a aquellas alturas no es que quema
es que abrasa y no había costumbre de usar gafas de sol, y nosotros qué
sabíamos.
En esta ciudad hice el
Acceso a la Universidad para mayores de 25 años sobre 1987, me matriculé en
Derecho, y empecé una frustrada e imposible carrera como alumno libre desde
Almería, tuve que ir varias veces en coche, en aquellos años íbamos por Gergal
y Guadix. El Derecho Romano no se puede estudiar sin un profesor y sin una
buena base de latín, en cambio del Derecho Natural es muy enriquecedor pero no
vale para mucho, la Filosofía del derecho también peca de lo mismo, pero de las
cuatro asignatura del primer año, la que mejor se me dio fue Historia del
Derecho, de Ramón Fernández Espinar, Editorial Ceura, un tocho que me lo
aprendí casi de memoria, porque siempre me gustó saber la historia de España.
Además el autor se llamaba como yo.
Sobre 1985 estuve en Yegen y aún
recuerdo la profunda impresión de grandeza que me produjo La Alpujarra o
pequeño Tibet con los pueblos bordados como cabezas blancas y gordas de
alfileres de bodas en las altas cumbres de la Contraviesa y Sur de Sierra
Nevada. Fui a un entierro, se había muerto el padre de un compañero de trabajo,
Pozo, natural de este pueblo. Pueblo donde vivió por siete años el hispanista Gerald
Brenan.
De mis últimos contratiempos,
fue cuando le mandé a José María Sánchez Osuna, que dirigía y creo que dirige
la Editorial Osuna en Armilla (Granada), en 1998 ni novela en un disket El
rey de los moriscos me hizo un contrato de edición por un año, pasó el año
y se me echó atrás, excusándose cuando le llamé por teléfono para saber qué
pasaba, me dijo que tenía mucho trabajo con lo del I Centenario de García
Lorca, lo más seguro es que mi novela no valía la pena editarla. Luego salió un
libro de José Acosta Montero publicado por la Diputación de Alicante, Instituto
de Estudios Almerienses, 1º ed. 1998. Aben Humeya: rey de los moriscos,
casualidades de la vida, que a mí se me quitaron las ganas de seguir intentado
editar mis novelas. Aunque mi rey de los moriscos no era Aben Humeya, sino uno
de los nietos de Boabdil, oculto en Oriol (Orihuela) esta novela de Acosta nada
tiene que ver con la mía. Luego la cuestión de los moriscos se fue diluyendo,
perdiendo y para colmo llega el 11-S del 2001, las guerra de Irak, palestinos,
Líbano, Israel, etc., y el tema morisco pasa estar muy desprestigiado. El auge
lo tuvo en 1992 con el V Centenario del Descubrimiento de América y la
Conquista de Granada, y sobre todo con una novela que marcó época El
manuscrito carmesí de Antonio Gala, Premio Planeta, una insuperable que
cierra un ciclo del tema morisco, hasta mejores tiempos. El rey de los
moriscos también estuvo en la editorial Comares de Málaga, a la espera de
una subvención de la Junta de Andalucía sin resultado alguno. Ahora
está en Internet donde se puede leer parte de la novela sin tener que
comprar el libro.
En otra ocasión estuve en la
Alhambra con mis dos hijos David y Rubén.
Estas son, brevemente, mis
visitas esporádicas y físicas a la ciudad de las puertas del romanticismo, las
puertas al cielo de Alá y cristinas después como la imposición de una fe sobre
otra fe. Siempre la visité como un viajero del tiempo, de paso, como pasan las
nubes, como pasan los pájaros, los pensamientos e incluso pasan los que
germinan en buena tierra y los deseos con una pizca de esperanza. También
conocía la ciudad a través de la Literatura, gracias a muchas lecturas
anteriores, empezando por los historiadores sobre la guerras civiles de
Granada, 1568-1572, o lecturas de historias de la reconquista o moriscos
expulsados de su tierra donde habían estado 800 años. El libro del granadino
(de Guadix) Pedro Antonio de Alarcón sobre la Alpujarra; o la Granada romántica
de Melchor Fernández Almagro, y el Romancero gitano de Lorca. Otros
libros, actuales de inmejorable estilo a lo Proust es uno de Antonio Muñoz
Molina, que me hizo entrar en una Granada literaria de la modernidad, un libro
recopilación de artículos, de mucha altura en Robinsón Urbano, que es un
libro para releer, una especie Spleen de Granada, donde en el primer artículo
pastoso como una obra plástica, que ya habían sido publicados en "Diario
de Granada" entre mayo de 1982 y de junio de 1983, nos comenta Virginia
Woolf, que no tuvo azotea por culpa de las inclemencias londinenses, rechazó
desde su cálido saloncito de Bloomsbury esa larga noticia de un naufragio
callejero que es el Ulises de Joyce. Aquí, irremediablemente, pensamos en Gerald Brenan, el miembro
exiliado del exquisito y refinado Grupo Bloomsbury, al que pertenecía:
Integraron el grupo la escritora Virginia
Woolf, su esposo Leonard Sidney Woolf, los filósofos Bertrand
Russell y Ludwig Wittgenstein, los críticos de arte Roger Fry y Clive Bell, el economista John Maynard Keynes, el sinólogo Arthur Waley, el escritor Gerald
Brenan, el biógrafo Lytton Strachey, el crítico literario Desmond MacCarthy, el novelista y ensayista Edward Morgan Forster, la escritora Katherine Mansfield y los pintores Dora Carrington, Vanessa Bell y Duncan Grant.
Devoción obliga y por ello me
leí con gran delicia uno de los mejores libros que se han escrito sobre
La Alpujarra, y cuyo valor es maná de las almas soñadoras y aventureras de
sillón y cerveza, un libro que marca una época como es Al sur de Granada,
de Gerald Brenan, obra cumbre de la literatura universal, traducida a todos lo
idiomas cultos. Luego vinieron a mi escritorio otros libros, otros poemas
como los Orientales de Zorrilla, y su gran poema Granada (1852), que a
tal altura llegó que nadie después, ni siquiera otro alpujarreño almeriense
Francisco Villaespesa le superó, y es que esa estrofa magistral: “Corriendo
van por la vega/ a las puertas de Granada/ hasta cuarenta gomeles/ y el capitán
que los manda. Versos que todavía no han sido superados sobre los
Orientales. Ver mi libro virtual en pdf Andalucía, Oreintales.
La cuestión es que con todo
estos sedimento granadinos en mi cabeza, donde bailan fechas, viajes, libros,
unido a mis deseos favorables hacia esa provincia española y andaluza como la
más. De estos recuerdos, quizás idealizados, nació que mi mujer yo decidiéramos
hace un viaje de cinco noches a Granada en el mes de junio del 2006.
Trataré de hablar un poquito de
la historia de esta ciudad ojival, encantada, porque las obra no va a durar
siempre, porque la historia de esta ciudad que fue cabecera del reino
nazarí, conquistada y Cancillería del Tajo hacia abajo, porque del Tajo hacia
arriba era Valladolid, es imposible de abarcar en un texto que pretende ser la
impresión personal que sentí de Granada. Ciudad de pintores,
escritores, arquitectos, canteros, artesanos, médicos, universitarios, turismo
de interior, servicios, comercio…
Para el anexo final, he dejado otro
viaje que hice a los santos lugares de García Lorca: Fuente Vaqueros y Víznar,
para recordar que el próximo mes de agosto se cumplen los 70 años del
fusilamiento de García Lorca y yo me pregunto ¿Por que fusilaron a Federico?.
Salimos mi mujer y
yo desde Alicante dirección Granada sobre las 5 de la tarde (hora torera
de mi luna menos cuarto) del día 20 de junio del 2006, por la autovía A-7 y
A-92, para una estancia en el paraíso oriental de la bellas huríes
en ciudad convertida, romántica luz al atardecer desde la Torre de
Comares, por excelsitud, por excelencia, por el tiempo de una chispa de una
corta semana, concretamente cinco noches. Habíamos preparado un viaje para
exiliarnos en Granada durante el tiempo que duran las fiestas de Hogueras de
San Juan en Alicante, porque aquí es imposible dormir, nosotros respetamos las
tradiciones de las barracas, la música hasta la madrugada, el fuego de
las hogueras en medio de las plaza, las mascletas y los cohetes a los
pies de la gente; pero yo tengo “fobiafuego” y no lo soporto, quizá en mi
subconsciente aun perdura el trauma de aquella vez que me quemé todo el cuerpo
con leche hirviendo, pero esto no debería justificar mi “fobinfierno” a las Hoguera
de San Juan, que me parece muy bien para los ingresos turismo y la
paralización total de la ciudad para que se diviertan unos miles. Aunque estoy
afincado en Alicante y pienso vivir aquí por muchos años, según los fogueret
y barraquet no tengo derecho a opinar ni a proponer a que las fiestas
patronales salgan de la ciudad a unas explanadas como ocurre en otras ciudades
importantes: Sevilla o Málaga. Que mientras unos miles se divierten el resto
puede trabajar, pero aquí no, porque la diversión es obligatoria para enfermos,
niños y ancianos. Quizás me esté haciendo viejo, y esto es como una enfermedad
contagiosa, lo años impertinentes que se precipitan. Pero no me quejo, he
optado por exiliarme por unos días de Alicante del 20 al 5 de junio, por San Juan.
Pasado el desvió de Puerto
Lumbreras hemos de tomar el desvío de Granada. Al pasar por Vélez Rubio y el
desvío de Vélez Blanco que comenté a mi mujer que de regreso subiríamos al
castillo de los Fajardo, cuyo patio gótico renacentista fue vendido en 1904 a
un anticuario francés y actualmente se encuentra en el Museo Metropolitano de
Nueva York. Continuamos camino de Baza, Guadix, puerto de la mora,
teníamos la indicación de salir por la salida 253 de la A-92, pero me despisté
y no la tomé y tuve que entrar por Granada Oeste, así que tuve que volverme
loco para poder llegar a la Ciudad Universitaria, y desde allí encontrar
la antigua carretera de Murcia y Almería, pasando por la puerta de la Cartuja.
La cuestión es que Granada se
encuentra levantada, en orden de batalla por las escavadoras que perforan el
suelo arqueológico de las avenidas del centro, es decir, en carne viva de
obras, zanjas, encofrados..., todo el centro levantado en revolución y cortado
la tráfico por Gran Vía de Colón, Constitución, y calles aledañas, y
encima Reyes Católicos es solamente para autobuses y taxis. Además hacía mucho
calor de hoguera solar, cercana a los 40 grados, en fin, salir de Poncio para
meterme en Pilatos, pensé. Y es que Granada durante estos días de junio
del 2006, no era esa bella ciudad que canta el infortunado Ángel Ganivet
1865-1898), “Forcejean dentro de Ganivet una tendencia heroica a idealizar la
experiencia, por un lado, y una conciencia anti-heroica de los límites humanos,
por otro”. (Nelson R. Orringer. Ganivet (1865-1898). Madrid: Ediciones
del Orto, 1998). Mi mujer yo, extraños y reducidos y machados por
el viaje, los grandes grifos metálicos, lanzas de tuberías, cabezas
de grúas y cortes de calles mantuvimos coloquios como
si fuéramos Hípope y Cínope.
Por fin del fin, siguiendo la
órdenes obligatorias de las flechas blancas sobre fondo azul cobalto,
tras mucho preguntar por aquí y por allá, en la ciudad Universitaria, un
profesor doctorado, seguramente en matemáticas nos dijo que era imposible hacer
una ecuación para informarnos de las calles que deberíamos tomar para llegar al
Hotel San Gabriel, ya que nos habíamos metido en un logaritmo cartesiano o
laberinto geométrico, encontramos la antigua carretera dirección Murcia, una
que sigue con la mismas curvas que tenía hace cuarenta años, dirección al
barrio del Albaycín y Fajalauza, donde se encuentra el taller de cerámica más
antigua de Granada, que data de 1517. El peor laberinto es el que no
existe, según el proverbio, pero el nuestro, el llegar a nuestro hotel como
meta y copa ganada, tenía solución ya que el laberinto en sí es el
producto de un designio con sentido, que aparece oculto al explorador. Todo
problema como laberinto es un desafío, porque uno se muestra cercano al arte de
la adivinación y al de la navegación de los primeros argonautas.
La persona que más admiraba
Ganivet y la que más influyó en él, fue su profesor de griego D. Antonio
González Barbín, por su vocación de estudiar la Antigüedad clásica, sobre todo La
República de Platón. Tras sortear las curvas de
mareo llegamos al Hotel San Gabriel, sobre la 8 de la noche, cuya dirección es
carretera de Murcia, De 279, se encuentra a un kilómetro a las afueras de
Granada. Al principio no me agradó que estuviera tan aislado y al lado de una
gasolinera, en un alcor, y poco aislado. Pero no había vuelta atrás. El
recepcionista era un joven fuerte y por el acento granadino. Nos dio la llave
de la habitación 220, subimos las maletas por el ascensor. La habitación está a
la derecha al fondo y la última, a lo largo de un pasillo con alfombra roja. Al
abrir la habitación el olor de lugar cerrado me vino de lleno. Abrimos la
puerta de la terraza para que se ventilara la habitación. Dejamos las
molestas maletas y volvimos al centro de Granada para cenar. Lo hicimos
en una bocatería, frente al Hospital Universitario. Mucho calor, de 35 a 40
grados. Pasemos por calle Doctor Azpitarte hasta llegar a una plaza con una
fuente, frente a otro Hospital, pavimentada con losas imitando la pizarra
desolada, porque debajo hay un hueco de escavadoras, un parking. Allí estuvimos
hasta bien entrada la noche, refrescándonos al lado de la fuente como
náufragos en la ciudad y regresar de nuevo al hotel, por la curvada y lazada
carretera con curvas de 360 grados. Conforme sube te encuentras un tablado
flamenco para turistas, aquí un aparcamiento al borde de la ciudad, es un
mirador, cuya visión de Granada y la Alhambra, bajo las amarillentas luces de
la cálida ciudad te dejan en la retina una rotunda impresión. Antonio Muñoz
Molina, estudió vivió y trabajó en esta ciudad, y escribió y publicó su primer
libro El Robinsón Urbano, 1984. En este libro nos dice su autor “El
erotismo urbano, que es visual y del todo desinteresado, desdeña por igual la
petulancia del propio y el asedio turbio del mirón” (pá. 19).
Y nosotros como diseñados
Robinsones urbanos, bajo el dilatado sentido del espacio y de un mirar la
historia granadina, no desde la tragedia de lo nazaríes sino desde la belleza
que las candilejas inundan la fuerza de un orden entre sombras de iglesias y la
catedral, testimonios que ya se fue el calor, y que había llegado la
tranquilidad y el silencio de la noche.
A la mañana siente del día 14 y
al abril la cortina de la habitación, el verde de los pinos y de los abetos del
monte cercano coronado por unas antenas de comunicaciones y la piscina, con sus
araucarias y abetos entre el césped, entró fuertemente a mis ojos y el recuerdo
de haber dormido toda la noche sin ruido de un cohete, de una traca o de una
música desgañitada, me di cuenta que el hotel en ese lugar tranquilo y
apaciguado, con unos grados menos de temperatura que en la ciudad, era lo que
en realidad buscábamos. Cuando abrimos la puerta de la terraza entró una
mariposa con alas pintadas, creo que es la Autographa Gamma, que
han invadido Granada. Cuando era pequeño, me enseñaron a respetar a estas
mariposas del verana, porque decían que cuando llegaba un mariposa a tu ventana
era el anuncio de un buen agüero, y de que pronto iba a recibir carta, ahora en
estos tiempos de móviles, lo lógico es pensar que esta mariposa entrada en la
habitación del hotel es el anuncio de una llamada telefónica, pero quien me va
a llamar a nosotros a las 8 de la mañana.
Recopilar solamente un
mínimo porcentaje de los autores famosos que hablan sobre Granada sería
una labor ímproba. De los primero viajeros que recuerdo, fue el austriaco
Jerónimo Münzer, viaje por el “Reino de Granada”, que llegó a esta ciudad a
mediados de octubre de 1494, acompañado de tres jóvenes amigos, hijos de
opulentos mercaderes, llamados: Anton Herwart, de Augsburgo, Kaspar Fischer y
Nicolays Wolkenstein, de Núremberg.
No pude evitar recordar
las lecturas de los “Orientales” de Zorrilla donde toca el tema morisco y
le da un impulso poético que no se ha podido superar. Por esta labor poética
fue coronado en Granada como poeta nacional, en un acto oficial en el Palacio
de Carlos V, en 1889 cuyo diploma se encuentra en la casa natal el dramaturgo
en Valladolid. Uno de los primeros “Orientales” más bellos que escribiera
el vallisoletano: “Corriendo van por la vega/ A la puertas de Granada/ Hasta
cuarenta gomeles/ Y el capitán que los manda”. Además Zorrilla escribe La
leyenda de Alhamar y Granada. Según Melchor Fernández Almagro
“Zorrilla no quiso cantar a Granada sin conocerla, no ya por natural exigencia
del tema que había propuesto desarrollar, sino también, de seguro, para goce de
su ávida sensibilidad…” Llegó Zorrilla a Granada en abril de 1945 (“Granada de
la literatura Romántica española”, pág. 61). Melchor Fernández Almagro fue
académico de la Real Academia de la Lengua en 1951, su discurso fue contestado
por el arabista Emilio García Gómez, al que llamo “moro amigo. Porque Melchor
era granadino (1893). Melchor y Federico Garcia Lorca, tuvieron cierta
amistad, se conocían desde que Federico estudió Estudia Filosofía y Letras y
Derecho en la Universidad de Granada. Se carteaban, en una de ella, datada en
1929 le dice: “Me aburro de una manera terrible en Granada…encuentro en todo
una dolorosa ausencia de mi propia y verdadera pena. Así estoy. Necesito irme
muy lejos.”
No podemos olvidarnos de Ángel Ganivet, autor entre
otros trabajos de Granada la bella o Libro de Granada, porque
Granada es una confusión impresionante de los sentidos, sueño de colores y
sonidos que palpándolo todo se van llevando la sinfonía de las infinitas
amapolas de la Vela, del Albaycín y la ciudad (Mº Jesús Pérez Ortiz, SUR ,
lunes 29 de septiembre 2003). Y es que Granada como también dijera otra
granadino ilustres Marino Antequera, el más fecundo sabedor de los entresijos
de la ciudad, dijo de la Alhambra que era ¿Beso de dos mundos!, el árabe y es
cristiano. pero este tema lo dejaré más mañana.
Recordé
también que Azorín trasladó el expediente de Derecho desde Valencia a Granada
para realizar el curso 1891-1892, aquí en Granada vivió durante siete meses. Ya
que cuenta que el Esta estancia le traerían recuerdo al escritor monovero para
escribir “Vivir en Granada”, La Prensa, 18 de marzo de 1945, recogido después
en Memorias Inmemoriales (1946). Además publicó en ABC (5-02-1946) “tres
granadinos”, en referencia a C. Matos, E. Selles y Martínez de la Rosa.
Parece que
cuando los poetas son alzados a los máximos honores, resulta que pierden
la inspiración sublime que provocaron las ansias de fama, porque la creación
nace de la necesidad no de la satisfacción. Los atrevidos y arriesgados
artistas, haciendo, si se me permite un parangón con los espontáneos en los
toros, son aquellos que necesita una oportunidad acuciante o bien hace los que
le da la gana como nuestro Pablo Picasso.
El origen de Granada es
incierto. La primera poblaciones de Granada se remontan a unos 2700 años, pero
no se tienen noticias de la primera ciudad llamada Ilíberis,
Elvira, se situaba en las faldas de la sierra del mismo nombre (60 a.c. al
siglo X), romana durante seis siglos, visigoda y musulmana. En el siglo
IV se celebró en esta región el Concilio de Elvida. En el 711 con el paso de
los árabes del estrecho se empieza a oír Garnata. En el siglo VIII desembarcó
la costa de Almuñécar Abderramán
III, superviviente de la matanza de los omeyas, por los abasíes. Tras
varias andazas se instaló en el castillo de Torrox, donde más tarde nacería
Almanzor. La Granada actual tiene 1000 años y empezó en el Cerro del
Albaycín, frente al barrio de judíos de Garnatha al Yahud (en la colina de la
Alhambra). A los ziríes
corresponde su fundación y vertebración en el año 1010. Abd Allah (n.1506)
último rey Zirí de Granada destronado por los almorávides.
Para conocer en profundidad la
historia de los nazaríes, tenemos un libro imprescindible: Granada de los
nazaríes, de Antonio
Gala, libro de encargo de la editorial Planeta. La historia de Granada la
podemos encontrar en
la Red, dividido por épocas.
Serían los nazaríes, cuya
dinastía iniciara su caudillo Al-Ahmar el Rojo, los que harían de ella (entre
1238 y 1492) el último y más maravilloso bastión del al Andalus (España
musulmana), construyendo la Alhambra y dando refugio a un sueño de arte,
ciencia y convivencia. Durante más de 250 años, este reino nazarí que se
extendía por todo el oriente andaluz, resistiría la presión castellana. Casi cien
años más, hasta la rebelión y expulsión de los moriscos de Granada (1568-1571)
aguantaría una cultura no deseada por las necesidades de hegemonía política y
la intransigencia religiosa de un todopoderoso Felipe II. Así que, en
contraste, con la intensidad y densidad de su cultura oriental, Granada sufrió
la mayor expoliación humana por razones de raza y creencia de toda Andalucía.
Pero esta tierra y esta ciudad ya tenían la "magia" y la sensualidad
metida en su sangre, o en su agua, y lejos de uniformarse o apagarse, conquistó
siempre a sus conquistadores, invadió de ensueño a sus invasores y sigue
resistiendo hoy la presión del materialismo moderno.
En los s. XVI y XVII, Granada
mantiene su prestigio por sus famosas escuelas literarias y artísticas que,
junto a su Universidad fundada por Carlos V, hacen de ella uno de los centros
culturales más notables de la Península.
Llegamos a un difícil siglo XIX,
lleno de revueltas: primero la invasión napoleónica con sus expoliaciones y
violencias, y la reacción de rebeldía posterior, el establecimiento del Gran
Oriente de la Masonería, rector de aquellas agitaciones; nueva reacción
absolutista que le sucedió, en 1823, y que tendría en Granada violenta
repercusión, con episodios tan dramáticos como el de la ejecución de Mariana
Pineda; en 1835, Granada se alzaría contra el gobierno central secundando la
insurrección malagueña del campesinado y en 1836, se levantaría otra vez para
proclamar la Constitución de 1812. En 1868, Granada se alineó contra Isabel II
y, al proclamarse la República en 1873, los elementos federales dominantes en
la ciudad constituyeron el Cantón granadino, disuelto por el General Pavía
después de cuarenta y seis días de existencia.
Los terremotos de 1884
con epicentro en Arenas, produjo unas 800 víctimas, importantes daños, sobre
todo en Alhama de Granada y en Periana (Málaga). la epidemia colérica de 1885
son fechas que destacan dolorosamente en la historia de Granada, ennoblecida
desde la segunda mitad del s. XIX por un brillante movimiento literario
iniciado por el grupo de escritores que formaron la famosa “Cuerda granadina”,
y que fueron secundados por las actividades de la sociedad literaria “El Liceo”
y, más tarde, con las del “Centro Artístico” que, hacia 1888, logra su máximo
esplendor. Se mantuvo así una tradición cultural cuyo último exponente, hasta
llegar a nuestro siglo, fue la “Cofradía del Avellano”, representada por Ángel
Ganivet; sin olvidar al universal Federico García Lorca, cuya obra aún hoy
sigue generando estudios literarios y emociones al compás de sus metáforas.
Granada es uno de los destinos más
frecuentados por los llamados viajeros románticos en los siglos XVIII y
XIX, que acuden a la ciudad atraídos por su belleza y sus leyendas.
Un libro que recoge los libros de viajeros
por Granada, es el de Cristina Viñes Millet, aunque es alicantina ejerce
como profesora en la Universidad de Granada. El libro se titula Granada
en los libros de viaje, Ediciones Miguel Sánchez, Granada, 1999, con
ilustraciones antiguas intercaladas, a mi parecer hubieran estado mejor todas
juntas, al final, puesto que distraen la lectura del texto. Son de elogiar la
introducción y el capítulo I, “Granada en los autores árabes".
Lo primeros autores árabes que nos interesan fueron: Abd al-Malik
ben Habibi, (853) granadino. Ahmad ben Muhammad ben Musa al Razi (885-955),
cordobés, conocidos por “el cronista por excelencia”. Abu Ubayd al –Bakri
(10941) geógrafo cordobés…
La mañana del día 21 de julio, después
de desayunar en el hotel una tostada con aceite de oliva y un café con leche,
estábamos solos en el comedor, tomamos de nuevo el lazo de la antigua
carretera y bajamos a Granada. Salí sorteando direcciones prohibidas y
haciéndome el turista sordo por la Avenida de la Constitución y Gran Vía, que
se llama de Colón, bajo los cuellos de las grandes grúas, escavadoras, y
policías locales con sus chalecos reflectantes, dirigiendo o intentado, de una
manera sobrehumana, el tráfico rodado. A todo esto hay que unir el calor del veranillo
de San Juan, un calor de 36 grados muy bueno para las uvas moscateles.
Entremos en el centro de las obras con ruido, con policías locales con
sus chalecos reflectantes amarillos, sorteamos a los autobuses rojos como
obstáculos, direcciones prohibidas, por calle del Barrio de Realejo,
Santos y Vírgenes, calles en subidas y cada vez más estrechas, hasta que por
fin encontramos una cartel anunciado del parking de la Alhambra. Este parking
es de pago y se encuentra en la parte superior y al Este de la Alhambra. Lo que
supone un gran acierto para el viajero ansioso de desprenderse de las cuatro
ruedas. Menos mal que llegamos a buen puerto, casualidades de la fortuna, había
llegado a la meta de nuestra filosofía de este día: alcanzar los jardines de la
Alhambra y el Generalife, aunque bien es cierto que llegamos a través del
laberinto más difícil de solucionar, por el peor de los lugares posibles y
accesibles, lo más lógico hubiera sido entras por la nueva circunvalación de la
ciudad, pasar el túnel y el desvío a Sierra Nevada, y entrar por el sur de
Granada. Los coches se guarecen bajo los árboles. El ambiente es tranquilo y la
impresión de organización y vigilancia es muy agradable.
Una vez en la cola de las taquillas
compramos una entrada para dos personas que nos costó veinte euros, es la serie
21-D-541852. Lo cual es un dato que documenta todo lo que estoy relatando.
Pasamos a los jardines de la Alhambra, cipreses, bosque, canales, flores y
plantas cuyos nombres es imposible recordar, más algún gato flaco que
disimuladamente nos observa, porque estos gatos sí que son descendientes
directos de los gatos de las sultanas y favoritas, son gatos de la raza nazarí
felina, gatos pequeños, y distintos, con ojos azules, verdes, amarillos o
rojizos, lo más raros tienen en la cabeza como una pequeña flor de lis casi
imperceptible. Estos gatos llevan aquí, siglos, alimentándose de insectos,
invertebrados y roedores, por eso está todo tan limpio, en realidad lo gatos
son lo que mantienen limpia la Alhambra de intrusos, son gatos que vieron a
Carlos V cuando llegó a Granada en 1526, o Washington Irving que moró
aquí sobre 1829 y sus cuentos que todo turista se lleva un ejemplar del
souvenir como recuerdo y que luego, nadie leerá, porque los recuerdos son para
verlos y guardarlos, no para leerlo, sería un sacrilegio abrir un libro de
estos y dejar la huella sucia del dactilograma sobre sus páginas impolutas.
Teníamos que descender hacia el
Palacio Nazarí porque veníamos entrada a las 10´30 horas, advierten en un
pequeño edicto en la entrada, que si se te pasa la hora, has pedido el pase y
te quedas sin ver el corazón de la Alhambra y de Granada, que reside en el
pecho del Patio de los Leones. Bajando por el laberinto del devenir, de
setos, fuentes con imaginadas ninfas, mármoles que se suicidan como las
estatuas que Ramón Sijé refiere en La decadencia de la flauta y el
reinado de los fantasmas, escaleras del eterno retorno, laberinto selectivo
de árboles que caminar hacia arriba no hacia los lados, uno se siente superior
como Teseo el laberinto Creta, porque Teseo es el hombre jefe, el hombre
héroe; los rosales tachuelan los arrayanes, son el hilo de Ariadna que te
ensañan el camino de regreso, y uno, junto a los demás turistas tiene la
sensación de no saber muy bien hay donde te dirigen, pero sientes que no estás
perdido, porque mil personas juntas no se han perdido nunca. La democracia no
se enseña que un hombre solo no tiene razón, si mil personas dicen que las
rosas son claveles reventones y sus pétalos papeletas de votos.
Este filosofar sobre el eterno
retorno, con el perfume en la nariz, el rocío dormido sobre las orificios
nasales, fue roto por el ruido del motor de un Dumper (carretilla con motor de
gasoil), que pasó entre nosotros con dos jardineros montanos encima. Mi mujer
exclamó ¡Ni aquí está una tranquilidad! Uno piensa que los jardineros del la
Alhambra podían trabajar a otras horas cuando no hubiera visitantes, porque
están por todas partes, pero si, por un casual, trabajaran de noche, a quien
molestaría sería a las plantas que es cuando se entretienen en respirar. Yo
toco las cortezas de los árboles para percibir su temperatura, respiro
profundamente ese olor de los jazmines árabes tienen una intensidad confundida
con otras flores de adelfas, veo los colores que se agrupan ante mis ojos, oigo
un ruido de charlas en todos los imaginados idílicos sitios, un grupo de
japoneses silenciosos nos siguen, a la boca se me viene una pastosidad con el
recuerdo de pasas con magdalenas, no proustianas, sino caseras, de las
que mi mujer. Lo altos pinos mimados son como columnas que
florecieron con alma de madera no de mármoles fríos de Macael o de cierra
Elvira. Las árboles son gruesos ejemplares que se suben por sus propias
ramas, escaleras hacia la luz de Granada tan apaciguada y
dichosa.
Al final de laberinto verde
vegetal llegamos a una verja también verde, situada a la espalda de la iglesia
de la Alhambra, observen dos grandes columnas tendidas de piedra de aglomerado
rojizo almagra, columnas pesadas que más que nada parecen de las que sobraron
para el palacio de Carlos V. Un vigilante, de los muchos que hay en este
recinto Patrimonio de la Humanidad, impide el paso a los que vienen de la otra
parte del laberinto sin llevar la entrada. Ya estábamos en la explanada desde
donde se ve el delicado Patio de los Arrayanes y a nuestra derecha
el Palacio de Carlos V, fuerte, robusto, viril con anillas en la paredes que
sostienen leones y águilas imperiales, brusquedad a la vista del Renacimiento
en contraste con las volátiles, fragilidad y elegantes de los delicados fustes
de las columnas con anillas y capiteles labrados que sostienen aéreos
arcos ojivales y de herradura al gusto árabe, en un entrono donde el
color y la luz ambiciosa hace toso lo demás. Como dijera Mariano Antequera, hoy
en día la Alhambra es como un beso entre dos culturas, hay que aceptarla como
lo que es hoy sin vuelta a tras, porque también la historia tiene sus meteduras
de pata.
El cúbico palacio de Carlos V, del
Emperador Carlos V, nito de los reyes católicos, e hijo de Juana la Loca y el
archiduque, Felipe, el Hermoso. Trasladó su corte a las
casas reales de la Alhambra, para pasar en ellas el verano de 1526. Surge un
deseo, por parte del Emperador de hacer de Granada uno de sus puntos de
residencia, por lo que proyectó construir un nuevo palacio, con mayores
comodidades y más espacio que el alcázar árabe, pero conectado a éste para
seguir disfrutándolo, continuando con ello la labor comenzada por sus abuelos
-los Reyes Católicos-, y con el deseo de convertir este palacio en el gran
centro del Imperio. Así se llevó a efecto una de las mejores obras
renacentistas que se hallan fuera de Italia y el primer gran palacio real de
los monarcas españoles. Lo único que sucede es que es un parte arquitectónico
en este entorno.
El palacio una de las partes más destacables por su grandeza y suntuosidad, una de las más bellas creaciones del Renacimiento. El arquitecto encargado de la obra fue Pedro Machuca, un enamorado del renacimiento de acreditada experiencia. La construcción del palacios comenzó en 1527 y financió en su totalidad en 1957. La construcción pasó por varias etapas, falta de fondos, sublevaciones que pararon las obras, etcétera. Los techos llegaron a hundirse por abandono. Su amplísimo círculo, de 30 m. de diámetro, ocupa el centro de la construcción y le rodea un ancho pórtico con 32 columnas dóricas. Las columnas, de piedra pudinga del Turro (Loja), corresponden a otras pilastras que decoran el muro del claustro, entre las que se abren arcos, hornacinas y puertas para comunicar con las diversas dependencias del edificio.
Por allí anda la fuente o llamado Pila
de Carlos V (conocido como pilar de las Cornetas en el siglo XVII) fue mandado
construir por el Conde de Tendilla. Lo trazó Pedro Machuca, lo ejecutó en 1545
el italiano Nicolao de Corte y lo restauró en 1624 el escultor de Granada
Alonso de Mena, con motivo del viaje de Felipe IV a esta ciudad.
Aquí se siente uno más
partidario de los tradicionalistas y ortodoxo que los prácticos y racionalistas
o de las ciencias actuales porque lo veo como una amenaza de los valores
más básicos en esta la modernidad y la globalización, es que la pérdida
de la identidad de los pueblos, una riqueza que para algunos estudiosos es un
lastre o un estorbo a su incapacidad de ver lo propio como necesario, unos
pocos hace un mucho, encadenados en un círculo de unidad forjada en el crisol
de identidades.
Uno se encuentra en la
filosofía de lo perdido, de no saber qué hacer, qué querer, en un mundo social
cuyos valores se desmoronan ante la excesiva tolerancia de los valores morales
eternos. La sociedad será lo que ella quiera que sea, el ojo de una aguja es
suficiente entrada de luz como para promover un incipiente cambio, anunciar una
posibilidad de cambiar el orden tradicionalista que trata de eliminar
todo riesgo e introducción de elementos extraños, por su falta de certeza, que
se resumen en la modernidad, como afirma que el antropólogo G. Balandier
la ha podido definir como "la conjunción del movimiento y la
incertidumbre".
Para conocer este la Alhambra
recomiendo esta página web.
El Patio de los Leones en el
auténtico corazón de león de la Alambra, es sin duda el ejemplo mas
esclarecedor del símbolo del poder del sultán, su famosa Fuente sostenida por
12 leones, representación de naturaleza viva, no deja de asombrarnos, la
taza descansa sobre doce leones. La fuente es una auténtica rareza ya que el
Corán prohíbe a los musulmanes la representación de seres vivos. Fue mandad
construir el por sultán Mohamed V, siglo XIV, (1354-1391) su planta es
rectangular, y está rodeado por una galería a modo de claustro cristiano, lejos
del estilo del típico patio musulmán andaluz, más parecido al que presenta el Patio
de los Arrayanes, sostenido por 124 columnas de mármol blanco y fino fuste,
los cuales presentan en su parte superior multitud de anillos, y sostienen
capiteles cúbicos y grandes ábacos, decorados con inscripciones y ataurique. Los
capiteles hispano-musulmanes se componen de un cilindro y un cubo; como escribe
Marino Antequera "la parte almohadillada sobre la que descansa el cimacio,
lleva el nombre de garganta, la que casi siempre ostenta decoración de cintas
que se entrelazan y aun con más frecuencia caen verticalmente y sin
cortes". Los techos presentas mocábares o estalactitas (biseles
seccionados por arquitos apuntados y abocinados, cupulitas generadas por
aristas geométricas: cuadrados, rombos, rectángulos). Los colores en su
mayoría verdes, azules y carmesí. La escritura donde se repite el nombre de Alá
y Mahoma su profeta es del tipo cúfico-a. En todo este arte musulmán se ve la
paciencia, la mesura, el amor a las cosas, la delicadeza, el gusto por los
vistoso y ornamental como parte de esta vida sin sentido necesitada del ingenio
de los artistas, como parte no decorativa de la vida sino como mensajeros de la
espiritualidad y del soporte de los sentidos. Bajo el friso de madera
tallada corren arcos de yeso peraltado, menos los de los pabellones y extremos
de los lados más largos de la galería, que son de mocárabes, con enjutas de
decorado calado en forma de rombo. Los dos centros de los lados más largos del
patio tienen arcos de medio punto mayores que el resto y poseen una arquivoltas
de mocárabes, mientras que las enjutas presentan una decoración de ataurique
(decoración de vegetales).. Estos arcos comunican el patio con la Sala
de los Abencerrajes y con la Sala
de Dos Hermanas. Algo que me asombró fueron las dimensiones tan
extraordinarias de las losas de mármol blanco que pavimentan los salones, y yo
me preguntaba cómo fue posible su transporte, su manejo, y es que hay que
reconocer que los árabes fueron maestros en este arte de poner solería y
azulejos. Sobre estos arcos podemos distinguir los aposentos de las mujeres del
sultán. En el centro de cada una de las galerías cortas se encuentran los
pabellones, que avanzan sobre el patio, de planta cuadrada, y recubiertos de
cúpulas semiesféricas de madera en su interior. Todos son filigranas, alfiz,
albanegas o enjutas, almatraya.
La fuente, que ocupa el centro
del patio que mandó construir Mohamed V en el siglo XIV, por cuya boca
mana el agua y sobre los que descansa una gran pila de forma dodecágonas. El
agua es el sultán que se desborda por sus súbditos que son los leones. En el
borde de la taza hay esculpido un poema de Ibn Zamrak: "El agua que al
rebosar se parece a brillantes perlas y líquida plata". Esta fuente, de
mármol blanco, es una de las más importantes muestras de la escultura
musulmana. No pude resistirme a componer unos versos, hijos de la
inspiración más que de la composición y de la poética.
El
agua mana mansamente
como una respiración
de sultán dormido,
la luna bombea la
sangre de la tierra,
para salir saltarina por los cuatro canalillos
que
son los cuatro puntos cardinales de la Tierra,
el centro del mundo
musulmán
vemos la
voluntad del Creador
riega a sus fieles
leones de una raza
desconocida, esperan
la bendición,
la caria del
líquido de la vida...
Sobre este patio se ha escrito
mucho pero no demasiado, uno de los más aprovechables análisis serios y
arquitectónicos sea el de Marino Antequera, pág.62-65, de sus ya citado libro Unos
días en Granada, primera edición 1950, y segunda 1987, editorial Miguel
Sánchez. Un libro que es un alarde de detalles arquitectónicos sobre toso los
monumentos de granada, su historia y su reformas en el tiempo y en la citas de
diferentes autores. A mi me gusta el aspecto humano de los edificios de los que
vivieron y sintieron nacieron y murieron en estos muros hercúleos, formidables
alzamientos al poder regio de los sultanes de grada y de los sabios consejos y
caprichos de las huríes. Y como gallardo
moro no puedo sustraerme al recuerdo de La Odalisca, de Ariola:
¿DE QUÉ sirve a mi
belleza/ la riqueza,/ pompa, honor y majestad,/ si en poder de adusto
moro/gimo y lloro/ por la dulce libertad?/
Subimos por el Jardín de
Lindaraja, y desde abajo le saqué unas fotos a mi mujer asomada a una de los
balcones moros, parecía como una sultana bellísima asomada al alfeizar,
sumergida en un atávico tiempo, como si hubiéramos vivido en otra vida, ella mi
Jarifa asomada entre los granados en flor y yo el guerrero que acaba de llegar
de la frontera. Y allí me senté frente a la fuente el patio ajardinado con
arrayanes, rosas y las humilde pilistras, y una fuente centenario y yo
recordando a Espronceda, le dijo a mi Julia:
Trae, Jarifa, trae tu mano,
ven y pósala en mi frente,
que en un mar de lava hirviente
mi cabeza siente arder...
Luego pasamos al patio de
Maxeuar, allí vimos una lápida conmemorativa en la pared en recuerdo de un
inválido llamado García, que habían puesto los franceses en su retirada de la
Alhambra para volarla, pero no pudo ser gracias a este héroe. Luego
llegamos al salón de Embajadores y por la escaleras estrechas subimos por la
Torre de Comares, desde cuya azotea, llena de turistas y niños peligrosamente
corriendo, se nos vino encima Granada con todos sus riquezas y sus
ensoñaciones, las torres de las iglesias, la catedral muestra las joyas de
Silóee, el Albaycín con su laberinto de monumentos y tejaos, y encima el
Sacromonte mostrando aún la persistencia de las cuevas y los retos de la
muralla que circundaba y protegían la ciudad antigua y el Mirador de San
Nicolás en El Albaycín, el joven Bill Clinton, cuando aún no era estudiante
es Español en la Universidad, vio uno de los atardeceres más sublimes que jamás
hubiera visto, un sol moro crepuscular con su turbante puesto, grande como una
corona real de estrellas, que recordaría durante toda su vida, y en el verano
de 1997, cuando vino a España en visita oficial, regresó aquí para
enseñárselo a su mujer Hillary Clinton y recordar con añoranza esa tarde de su
juventud ya rancia en el recuerdo y demostrarle que nunca le había engañado con
enseñarle “la puesta del sol más bella del mundo”, esta vez vino
acompañado de sus majestades los reyes de España ¡Qué esplendor, qué grandeza,
qué regalo para los españoles, tan alto honor y adulación presidencia!
Los hosteleros tomaron la frase de Bill Clinton como eslogan, menudo favor
les hizo, creo que le dieron hasta una medalla de oro, no del que cagó el moro,
sino de Rodalquilar, a quien yo llamaría Boabdil Clinton enamorado de la
Alhambra, sin entrar en otras cuestiones como cantara o ladrara Antonio Burgos
con su artículos
irónicos y sátiros anticlinton, no antiamericanas a los que nos tiene
acostumbrado, que eso sería cuestión de estudio jurídico.
Luego subimos al Generalife
por los túneles de jardines colgantes y la jacaranda, por lo dédalos de
recortados setos de cipreses, y de los recuerdos que me quedo el patio del
ciprés que, según la leyenda fue testigo de los amores de un caballero
abencerraje y la sultana esposa de Boabdil. Llevado por el murmullo de los surtidores,
las alargadas piscinas reflejando los arcos y las puertas ojivales y la luz de
los falsees de los turistas que abunda como patatas, aquí saqué una fotografías
y a la flor color nieve de un ficus. Y es que aquí uno no puede resistirse a
enamorarse, porque yo soy muy dado al enamoramiento de lo bello y lo
sublime.
Salimos de la Alhambra a eso de las 14
horas, para tranquilizar mi vicio, compré algunos libros y recuerdos. No
puede sustraerme a comprar algunas guía y libros, que luego me servirán de
consulta e inspiración, y de los que tomaré la experiencia de otros autores que
vivieron y amaron esta tierras. Y es que en Granada uno se siente gozoso,
bellamente reconquistado, harto, y casi engordo, como ese bello relato titulado
"Los
gatos panzones de Granada", de mi prima Luci.
Regresamos al Hotel San Gabriel para
comer un buen chuletón de buey, carne exquisita. Al terminar de comer llegó un
autocar lleno de una excursión de japonesas, todas mujeres jóvenes, vestidas
como turistas de pantalón corto y gafas de sol. Por la tarde se dieron un buen
chapuzón en las azules aguas artificiales de la piscina rodeada de
araucarias y abetos de alta montaña que de seguro le recordarían los cedros y
los cerezos de la montaña sagrada de Fuji. Cuenta una leyenda japonesa que hace
mucho tiempo, un anciano encontró a una niña recién nacida en una de las
laderas de Fuji, la llamo Kaguya-hime. Al crecer, la niña se transformó
en una hermosa mujer y se casó con el Emperador. Pero transcurridos siete años
de su matrimonio, le dijo a su marido que como no era mortal, debía regresar al
cielo. Para consolar al Emperador, le entregó un espejo diciéndole que en él
siempre podría verla. El Emperador, deseoso de ir al cielo junto a ella,
utilizó el espejo para seguirla hasta la sima del Fuji... pero no pudo
continuar. Su amor desengañado hizo que se prendiera fuego al espejo y desde
ese día, de la cima de la montaña, siempre sale fuego.
Uno
de los autores que quizás más publicidad ha dado en el extranjero, sobre todo
entre anglosajones y norteamericanos ha sido Wishington Irvin que con sus
“Cuentos de al Alhambra” está por todas. Partes. Hemos de recordar que
Washington (1783-1859) nació en Nueva York
siendo el menor de once hermanos. Su padre era un rico comerciante y su madre,
una inglesa nieta de un clérigo. Ambos sentían gran admiración por el general George
Washington (primer presidente de EE.UU.) y en su honor nombraron a su hijo.
Desde pequeño desarrolló una pasión por los libros. Realizó estudios de
Derecho, pero sus intereses se inclinaban más por el periodismo y la escritura.
Durante los años 1804
y 1806 viajó a
través de Europa.
Como miembro del cuerpo diplomático de su país vivió en Madrid donde
escribió "Historia de la vida y
viajes de Cristóbal Colón" (1828) y "Cuentos de la Alhambra" (1832).
Por todas partes en la ciudad de
Granada aparecen carteles de Centro Urbano, porque Granada, la verdad, es que
con estas obras en un caos total, y pasaje a infierno, y esto es una verdad que
todos los granadinos urbanos reconocen. Los autobuses nunca sabes don de te van
a dejar, y el centro es imposible, pero siempre hay parking de pago. Salimos
por la mañana del día 23 a recorrer el centro, no sabía si tomar un taxi o
tomar autobuses, pero yo, valientemente, entré por la carretera de Murcia
al laberinto del Albaycín o Albaycín, a partir de la once queda prohibido
circular por este barrio, lleno de historia, de iglesias, de calles estrechas
en forma de L, arcos, adarves, y cuando te das cuenta ya has pasado por al
iglesia del Salvador, sin poder aparcar en ningún sitio. a mi parecer todo el
Albaycín debería esta dedicado al paso de peatones y que los coches se vayan a
tomar leches. Obligado por la única dirección que había, estrecha y quebrad
como el rayo que no cesa, llegué hasta ver la Alhambra desde abajo, desde el borde
del Barro encajonado buey de agua y pequeños puentes casi romanos, y paseo de
los Tristes. Luego regresé no sé como por un arco, y por la larga y estrecha
calle de san Juan de los Reyes, y sin saber como y por arte de magia llegué a
la Cancillería, Plaza Nueva, y no sé muy bien cómo, en medio del tráfico,
silbatos de guaridas, obras, ruidos y una luz impávida aparqué en un parking
que está debajo del Mercado Central, se llama San Agustín, detrás de la
catedral, hay que callejera un poco pero no es difícil llegar. Cuento lo del
parking, porque estoy seguro que algunos turistas automovilista, me lo
agradecerá. Muchos somos los que cogemos el coche y nos lanzamos a las
carreteras y ciudades, Yo le llamaría auto-turismo, si es que se me
permite un nuevo vocablo, antes de que me lo pise algún hijo sajón.
Una vez libres del cascarón del
Nissan Almera, la verdad es que se portó muy bien, su motor de gasoil es
muy económico y estoy contento con él, salvo los guardabarros que son un
desastre, se caen con el menor soplo de viento, y lo pero es que no entra en la
garantía. En fine ellos sabrán, pero el cliente está cabreadísimo, tendré que
cambiar lo por otro y no será un Nissan, lo aseguro. Lo primero fue visitar la
catedral, y después la Capilla Real. En ambos lugares sagrados hay que pagar
unos 3 euros por persona. El Interior de la catedral era digna de ver, sobre
todo por están reparado el retablo mayor, y habían sacado de sus hornacinas los
grandes cuadros de Alonso Cano (1601-1667), y se encontraban expuesto en la
catedral, oportunidad casi única de poder verlos de cerca, ¡menuda obra la de
este pintor granadino. La catedral se construyó sobre una mezquita árabe,
si estos cristianos no hubieran sido tan fanáticos hoy tendríamos también una
mezquita para visitar.
La catedral, según el libro de Marino
Antequera, que había comprado en la Alhambra, Luego buscamos la
Oficina de Información y Turismo allá por el Corral del Carbón, le preguntamos
a un guardia civil que hacía servicio de vigilancia de edificios públicos, y no
mandó cerca de los Jardines del Triunfo, pero no nos íbamos a dar esa caminata
para que nos dieran unas guías, no sé cuantas Oficinas de Información y Turismo
puede haber en Granada, pero sin duda, en este centro en la Plaza llama de las
Capitulaciones debería haber una, para turistas que andan poquito como yo. Me
llamó la atención el nombre de la plaza de las
Capitulaciones, capitulaciones que los Reyes Católicos otorgaron a los
musulmanes cuando se rindieron a finales de diciembre de 1941, la toma de
Granada fue el 2 de enero de 1942, ya que el día 1 era primero de año nuevo,
fiesta. Si durante los primeros años se respetaron, luego no se
respetaron y no se cumplieron por parte de los Reyes Católicos ni por
parte de Carlos V ni de Felipe II, que por esto llegó la llamada guerra de
Granada o rebelión de los moriscos en 1568, cuando los moriscos cansado
de que no se respetara su lengua, su religión, sus vestigios y el uso de la
gumía en los campos, nombraron como rey de los moriscos al Aben Humeya, natural
de Mecina Bombaron, en Béznar, aunque otro historiadores dicen que en Cádiar.
Pero a lo mejor se refiere esta
plaza a otras Capitulaciones llamadas de Santa Fe, firmadas el 17 de abril de
1492, en las que Colón pidió
los títulos de Almirante Mayor de la Mar Océana, Virrey y Gobernador General de
las tierras que descubriera, el derecho de terna (presentación de tres nombres)
en los nombramientos de regidores, el décimo o 10% de todas las mercancías que
se negociaran en las Indias, derecho de exclusividad en los pleitos que
surgieran por las mercadurías indianas, y de contribuir con un octava parte
(12,5%) de los gastos de armar naves comerciales, obteniendo entonces el mismo
porcentaje de los beneficios.
Pasamos por la alcaicería, no es que
parece un zoco árabe, es que lo es, aquí se paga la alcabala por el comercio de
la seda alpujarreña, y también está la plaza de Bibarrambla, con su
fuente de los gigantes que aunque es del siglo XVII, fue traída aquí en 1940,
encima hay un Neptuno. Antes estuvo aquí la estatua de Fray Luis de Grabada
pero se la llevaron ala plaza de la iglesia de Santo Domingo, lugar donde tuvo
vivienda de Torquemada, el príncipe de la Inquisición. Esta plaza
significa “Plaza del río”, estaba cerca del Darro, que ahora pasa soterrado.
Fue una plaza muy importante donde se celebraban justas, corridas de toro,
autos de fe, y donde algunos moriscos fueron ejecutados.
Cuando me encontré
con un kiosco de prensa compré el "Ideal" de Granada, periódico
decano, era el número 24.041, año LXXV, (75 años de vida). Cuesta 1 euro,
su director es Eduardo Peralta de Ana, qué lejos quedaron los tiempos del
franquismo cuando los directores de periódicos eran elegidos a dedo por el
régimen, para controlar la información de lo mucho que tenía que callar. La
primera plana tiene el titular "La pelea política vuelve a atacar los
grandes proyectos de Granada". Otra noticia "La ruta Granada-Madrid
despierta el interés de tres compañías aéreas". Y la foto de portada que
es de Ramón L. Pérez, se la dedican a dos músicos, tomada desde el balcón del
Hotel Victoria, al fondo puerta Real o "puertará" como la suelen
pronuncias los granadinos de toda la vida, para anunciarnos la 55 edición del
Festival Internacional de Música y Danza, cuyo director es Enrique Gámez. La
página 2 se la dedica a los escollos que tiene Granada para construir un gran
teatro, porque era una promesa electoral del 2001. "El alcalde, José
Torres Hurtado, ofreció a la Junta de Andalucía que elija otros solares para
instalar el futuro espacio escénico..." La verdad de estos reproches se
debe sin duda a que el actual Ayuntamiento es actualmente del PP y la Junta es
de Chaves.
La Capilla Real
es digna de visitar con los panteón de los Reyes Católicos y el de Juan la Loca
y Felipe el Hermoso, los dos panteones muy semejantes pero diferentes
estilos. El primer panteón es del italiana Domenico de Sandro Fancelli y
el segundo de Bartolomé Ordóñez. En 1504 ya dispusieron que se erigiera aquí,
lo que demostró su predilección por esta ciudad, pero la capilla no se abrió al
culto hasta el 10 de noviembre de 1521. La fachada plateresca es de Prada. En
el interior se puede visitar una colección de tablas flamencas que era
colección de la reina Isabel. También podemos ver una tabla de gran tamaño Roger Van der Weyden “Descendimiento de la cruz”, propiedad del Museo del Prado y prestada no se
sabe por cuanto tiempo, supongo que será de 6 meses como la Dama de Elche,
ahora en la ciudad del palmeral atávico.
La catedral es
la joya del Renacimiento español, el retablo mayor se está restaurando.
Por la plaza del Carmen
hay un señor jinete de bronce dorado sobre un tejado cercano a una cornisa. La
calle de los Reyes Católicos hasta la Plaza Real pertenece a los autobuses
urbanos que son de color rojo. La calle tiene un gran toldo amarillento que
sirve para dar sombra, ya que el eje de la calle es norte sur. Sin embargo
estos todos sin bien dan sombra impiden la salida de los hidrocarburos quemados
de los autobuses, y parece un cañón de gas irrespirable, verdaderamente
asfixiante.
La Casa
de los Tiros de Granada. Esta casa debe su nombre, según Marino Antequera,
a unos tiros o cañoncitos que se asoman entre sus almenas. En su interior hay
una interesante colección de arte y archivo documental. Fue palacio de
los Granada Venegas, que lo cedieron al estado. La colección comenzó a reunirse
poco antes de 1929, una vez decidida la creación de un centro museístico
dedicado a la historia de la ciudad. A partir de ese momento, su primer director,
Antonio Gallego Burín, contó con la financiación de la Comisaría Regia de
Turismo, de la que dependía el museo, para ir adquiriendo piezas singulares que
llenaran el discurso previamente diseñado.
Para ello se recurrió a la compra directa en
anticuarios y a la adquisición de algún fondo privado, como el que había
pertenecido al escritor y periodista Francisco de Paula Valladar. Con el tiempo
llegaron al museo otras obras fruto de la donación de particulares, que
enriquecieron tanto el fondo del museo como el de su biblioteca, centrada en la
historia de Granada, y de su hemeroteca, que reúne prensa granadina desde el
siglo XVIII hasta la actualidad.
Entre estos ingresos son
significativos: el legado del escritor Melchor Fernández Almagro, que incluye
un rico epistolario en el que destaca su correspondencia con su amigo Federico
García Lorca; las donaciones de Antonio Gallego Morell, sobre Ángel Ganivet y
su padre, Antonio Gallego Burín; la de Ángeles Guerrero Ganivet, con
fotografías y documentos sobre Ángel Ganivet; o la familia Seco de Lucena,
sobre el archivo El Defensor de Granada. Encontrará más
información sobre las últimas adquisiciones en la sección Incremento del
Patrimonio Histórico.
Se ha publicado un libro de Cristina
Viña La Granada de Melchor Fernández Almagro: antología, Diputación y
Universidad de Granada, 1992, que debería ser consultado.
Por al A-92, camino de Alicante,
me desvié por Vélez Rubio, una pueblo con una impresionante iglesia, la
gente trajinera con su cosas, las calles están concurridas, son las 11 de la
mañana. Subimos hasta Vélez Rubio, por una carreta bien vestida de asfalto, de
dura cuesta arriba hasta culminar el puerto, y nos encontramos de cara con el
castillo de Vélez Rubio, sobre un montículo bien fortificado. Ya hay varios
turismos en la explanada, turistas como nosotros, al pasar por debajo de un
gran arco de cadi 25 metros de luz, hallamos a la derecha una puerta, aquí
dentro se encuentra la Oficina de Información y Turismo con tiende souvenir en
una especie de casa prefabricada. Por dentro es amplia hay turistas, todos
españoles. Quien va a venir aquí sino el turismo de interior.
Hay que comprar algún recuerdo, a mi
mujer no le gusta mucho gastar dinero en recuerdos porque lo llenan todo y
luego hay que tirarlos. Pero yo me decido por una revista, que se titula “El
llanto amargo por al pérdida del Castillo” de José Domingo Lentisco Puche,
Separata de Revista Velezana nº 18 (1999), p. 94-118. Un gran trabajo ilustrado,
que se refiera a la venta, hace ya casi 100 años, entre 1903 y 1904, de las
piezas de mármol del patio al mejor postor.
La historia del Castillo de los Fajardos, la recoge Alberto Conde:
D. Pedro Fajardo y Chacón,
primer Marqués de los Vélez y Adelantado Mayor del Reino de Murcia ordena, en
1506, derribar la antigua fortaleza musulmana e iniciar la edificación del
actual Castillo. Para convertir Vélez Blanco en centro de sus posesiones y en
sede de una pequeña corte. Se concibe con una apariencia exterior
de una fortaleza y con una función y disposición interior de vivienda
palaciega. Se trata, por tanto, de un cascarón defensivo, en cuyo
interior de estilo de Renacimiento italiana.
Don Pedro Fajardo, como otros nobles
de su época, representó el ideal nobiliaria de su tiempo. En su persona
concurrió el doble papel de militar y humanista. Militar por su rango de
Marqués y de Adelantado Mayor y humanista por su formación en círculos
intelectuales y en especial en el de su amigo Pedro Mártir de Anglería.
Esta misma dualidad, será la que traspase a la
edificación que había de convertirse en su morada: Un castillo defensivo cuya
planta se adapta al terreno del promontorio sobre el que se asienta y un
palacio articulado sobre un patio de dos plantas (auténtica joya del Castillo)
desde el que se accedía a los dos principales salones (Salón del Triunfo y
Salón de la Mitología) y a otras dependencias del palacio.
Fue construido siguiendo las soluciones
arquitectónicas aportadas por el Quattrocento del norte de Italia y decorado
con mármoles y frisos de madera en los que se relataban los Trabajos de
Hércules y los Triunfos de Julio Cesar, héroes por excelencia de la Antigüedad
y a los que Don Pedro vino a compararse.
Por tradición se atribuyen sus trazas al arquitecto
y escultor italiano Francisco Florentín, al que también se asocia la figura de
otro italiano Martín Milanés. Como se dijo, las obras se iniciaron en 1506. Si
bien el palacio incrustado en él se labró entre los años 1512 y 1515.
A pesar de su importancia, los
avatares sufridos por el Castillo de los Vélez en época contemporánea, fueron
lamentables y ejemplifican el expolio sufrido por el Patrimonio Histórico
español, en general y, andaluz en particular. En efecto, en 1904 (ahora se cumple
el Centenario) el patio fue desmontado y trasladado a París; antes de ser
reconstruido fue adquirido por el norteamericano Georges Blumental, que lo donó
al Metropolitan Museum de Nueva York quedando incorporado a la arquitectura del
mencionado Museo desde 1959.
De otro lado, en 1992, con ocasión de trabajos de
restauración en el Museo de Artes Decorativas de París, fueron descubiertos
diez frisos esculpidos sobre madera. Seis de ellos representan los ?Triunfos de
César? y los otros cuatro los ?Trabajos de Hércules?. Datados entre 1510 y
1515, provienen del Castillo y ornamentaban sus dos salones principales. A
pesar de ello, el Castillo de los Fajardo o de los Vélez sigue constituyendo
uno de los monumentos más importantes de Andalucía y, sin duda, el emblema
patrimonial de la comarca almeriense de los Vélez a la que da nombre.
Muy recientemente ha sido
vendido por su propietario, heredero del linaje Fajardo, el marqués de
Valverde, al gobierno de la Comunidad Autónoma Andaluza.
Ya era hora de que alguien responsable
se ocupen de él ya que los sucesivos herederos del primer marqués de los Vélez
solo heredaron su codicia pero muy poca de su cultura!
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