viernes, 29 de julio de 2016

Retrato a lápiz de Gabriel Miró, por Ramón Palmeral

"Por tierras de Gabriel Miró", Ramón Fernández Palmeral. Proyecto de libro

Retrato a lápiz de Gabriel Miró, oor Ramón Palmeral

"Por tierras de Gabriel Miró", Ramón Fernández Palmeral. Proyecto de libro

Retrato a lápiz de Gabriel Miró, oor Ramón Palmeral

"Por tierras de Gabriel Miró", Ramón Fernández Palmeral. Prouecto de libro

Gabriel Miró. Escritor, figura iconográfica de la literatura alicantina. Antonio Teruel. Por tierras de Gabrile Miró


BIOGRAFÍAS DE PERSONAJES DEL SIGLO XX EN LA PROVINCIA

Gabriel Miró. Escritor, figura iconográfica de la literatura alicantina

El prolífico autor describió paisajes y sentimientos con un estilo muy personal, que de inmediato suscitó admiración y que lo convirtió en una de las figuras cumbre de la literatura española del primer tercio del siglo XX

27.05.2016 | 18:05
El escritor alicantino Gabriel Miró
El escritor alicantino Gabriel Miró
Podría decirse que Gabriel Miró es el escritor con mayúsculas de Alicante, la persona por la cual empezó todo. Este 27 de mayo se cumplen 86 años del fallecimiento de la figura emblemática por excelencia de la literatura en la provincia, cuya trascendencia traspasa su tiempo y llega hasta la actualidad. Captó la riqueza de los paisajes y de los sentimientos con un estilo igualmente rico, tanto en el contenido como en la forma, profundo en léxico y en figuras literarias hasta dejar ver un trasfondo lleno de sensaciones detrás de las palabras. Sus obras fueron en buena medida una proyección de sus vivencias, llegando los tintes autobiográficos al punto de que alguno de sus personajes es un trasunto de él mismo. Su forma tan personal de escribir dejó tal huella que, tras su muerte, su obra adquirió un carácter referencial que nunca ha perdido, de la misma forma que su persona permanece como la de uno de los literatos cumbre surgidos de esta tierra.

Nacido en Alicante el 28 de julio de 1879, hijo de un ingeniero de Obras Públicas de posición económica acomodada, la vida de Gabriel Miró Ferrer siempre estuvo marcada por una salud algo inestable y una personalidad bastante introvertida, tal y como destacan las numerosas biografías que se han escrito sobre él. Estudió algunos años como interno en el Colegio Santo Domingo de Orihuela, aunque precisamente su salud le hizo regresar a Alicante. Residió un poco tiempo en Ciudad Real por motivos laborales de su padre, y posteriormente cursó Derecho en las Universidades de Valencia y Granada, licenciándose en esta última en 1900. Establecido después en Alicante, opositó sin éxito a la carrera judicial, conformándose con cargos modestos en la Administración. Paralelamente, en 1901 se casó con Clemencia Maignon, hija del cónsul francés en Alicante, con quien tuvo a sus dos hijas, Olimpia y Clemencia.


Fotografía del escritor Gabriel Miró

Aunque había publicado en 1901 su primera novela, La mujer de Ojeda, y varios títulos más después, Gabriel Miró comenzó a ser una figura popular en 1908. Ese año ganó un certamen de narrativa corta organizado por la revista El Cuento Semanal, con la novela Nómada. El jurado de aquel premio estaba formado por Pío Baroja, Ramón María del Valle-Inclán y Felipe Trigo, algo que contribuyó a que la prensa madrileña se hiciera amplio eco del galardón y eso le abriera bastantes puertas en el ámbito literario y editorial. Este periodo de alguna manera culminó con la publicación, en 1910, de la novela Las cerezas del cementerio, que narra el amor entre un hombre joven y una mujer de más edad, con el erotismo y la enfermedad como temas de trasfondo. Con una fama en aumento, en 1911 fue nombrado cronista oficial de la ciudad de Alicante.

Ese mismo año comenzó a escribir colaboraciones para Diario de Barcelona, y a partir de 1913 también lo hizo para La Vanguardia, las cuales le hicieron estrechar vínculos con la capital catalana y propiciaron que se trasladara a vivir allí en 1914. En Barcelona, además de entablar amistad con figuras de renombre como Eugeni d'Ors, Enrique Granados o Enric Prat de la Riba, entre otros, se implicó en un ambicioso proyecto editorial denominado Enciclopedia Sagrada. La idea no tuvo éxito comercial, pero sí le permitió ampliar enormemente sus conocimientos sobre religión, los cuales serían un componente básico en buena parte de su obra posterior. Durante esta época publicó El abuelo del rey (1915), donde reflejó los paisajes alicantinos al ambientarla en "un pueblo levantino" y reflejar la evolución de su sociedad, y Libro de Sigüenza (1917), donde apareció por primera vez el personaje homónimo, quien no era otra cosa que un reflejo de él mismo. Ese alter ego aparecería otra vez, más de una década después, en la novela Años y leguas.


Cartel realizado en 2010 para conmemorar el 80 aniversario de la muerte de Gabriel Miró

Siguió viviendo en Barcelona hasta 1920, en que se trasladó con su familia a Madrid, que sería su residencia habitual hasta su muerte. Un año después publicó Nuestro Padre San Daniel, una obra en la que venía trabajando desde 1912 pero en la que plasmó esas nociones sobre religión aprendidas durante la fracasada empresa editorial en Barcelona. Esa novela está ambientada en una ciudad del Levante llamada Oleza, que es en realidad un trasunto de Orihuela, de manera similar a lo que décadas antes había hecho Clarín con Oviedo en La Regenta. El retrato de su sociedad y su paisaje volvería a aparecer en El obispo leproso (1926), segunda parte de Nuestro Padre San Daniel. Los sectores más conservadores tacharon esta obra de anticlerical, lo que le cerró el camino para ingresar en la Real Academia Española, para la que había sido propuesto por Azorín. El escritor de Monóvar era, por otra parte, uno de los pocos amigos íntimos de Gabriel Miró, junto con el pintor Emilio Varela y el músico Óscar Esplá, a través del cual conoció el interior de la provincia, que sería otra referencia básica en la madurez de su obra.

Gabriel Miró veraneó desde 1921 en Polop (Marina alta de Alicante), y desde ese momento el influjo de los paisajes de la Marina, la sierra de Aitana y los pequeños pueblos del interior alicantino se dejó sentir, y de manera notable, en la obra del escritor. Lo explica de manera muy detallada uno de los mayores expertos en la trayectoria vital y literaria de Gabriel Miró, Manuel Sánchez Monllor, en un minucioso artículo publicado en INFORMACIÓN con motivo del 86 aniversario de la muerte del escritor. La huella de Gabriel Miró, además, se deja sentir todavía con fuerza en Polop, donde existe un museo dedicado al paso del literato por la localidad. Su anhelo era poder residir un día en esta población, cuyo entorno muy probablemente le debía resultar mucho más amable que el del centro de Madrid. Sin embargo, nunca pudo cumplir este deseo.


Uno de los expositores del museo dedicado a Gabriel Miró en la localidad de Polop. Foto: David Revenga

Gabriel Miró, un escritor sumamente preocupado por el paso del tiempo y para quien cumplir 50 años había significado un episodio de gran trascendencia, falleció en Madrid el 27 de mayo de 1930, cuando aún no había cumplido los 51. No le fue detectada a tiempo una apendicitis, y aunque finalmente fue operado, la infección que se originó acabó con su vida. Dejó sin terminar algunas obras, como la novela La hija de aquel hombre. Casi de inmediato comenzó a estudiarse su obra, convirtiendo al escritor alicantino en una de las grandes figuras de la literatura española de las primeras décadas del siglo XX. Su trascendencia se refleja en la multitud de compendios bibliográficos y biográficos, así como otros estudios, publicados desde la misma década de 1930 hasta la actualidad; uno de los más recientes es el Epistolario editado en 2009 por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert. En la provincia de Alicante, además, es una figura casi omnipresente, comenzando por el nombre de la biblioteca impulsada en la década de 1950 por Vicente Ramos –el célebre historiador fue también un destacado estudioso de su obra– hasta llegar al de numerosos centros educativos y espacios públicos, como la conocida plaza del centro histórico de Alicante o la Glorieta de Orihuela. El interés por la obra de Gabriel Miró ha traspasado además fronteras, con traducciones de sus novelas a diferentes idiomas. Han pasado ya 86 años de su muerte, pero su legado literario permanece.
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La vocación rural de Gabriel Miró. Por Manuel Sánchez Monllor. Por tierras de la Marina Alta.

La vocación rural de Gabriel Miró

Hoy hace 86 años que el escritor alicantino falleció - Su obra es conocida, pero el propio autor, no tanto

28.05.2016 | 00:50
Gabriel Miró, del que hoy se cumplen 86 años de su muerte, es popularmente conocido por su notoriedad como escritor e ilustre alicantino, se recuerdan algunos títulos de obras suyas como Las Cerezas del Cementerio, El Obispo Leproso o Años y Leguas, y se sabe que una recoleta plaza de Alicante lleva su nombre, pero ¿cómo era Gabriel Miró? ¿cómo era su voz? ¿cuáles sus anhelos?
En 1928 la joven poetisa Ernestina de Champourcin escribe a Carmen Conde: «Creo que no te hablé nunca de Gabriel Miró. Es como él, como Sigüenza. No sé si escribe como habla o si habla como escribe. Tiene unos ojos francos, leales, y un cariño tierno para todos los suyos. Él y Juan Ramón ¡qué dos amistades más hermosas!». Y cuatro años después de la muerte de Miró es el escritor Juan Chavas quien dice: «Era una voz tostada, espesa y limpia juntamente, como el aire que en las tardes de agosto se para y se duerme en los valles de la tierra nuestra. [..] La voz de Gabriel Miró –que luego de escucharla se nos quedaba en el oído como un eco de aire de mar y sol en la copa redonda y antigua de una higuera alicantina– era igual a su alma».

Miró sintió predilección por La Marina y por los pueblos de Aitana. Descubrió Polop por recomendación de Óscar Esplá y de 1921 a 1928 habitó en Les Fons, la misma casa en la que en años anteriores había veraneado el compositor amigo. El sueño de Gabriel Miró era poseer una casa con pequeña hacienda rural en Polop de la Marina o en otro pueblo de la montaña alicantina y pasar en ella los años cuidándola y escribiendo. Siempre regresaba a Madrid con nostalgia de tierra propia.

En Polop, Sigüenza convive con su paisaje y sus gentes, lejos del mundanal ruido deseando permanecer en el sosiego de una masía y caminar envuelto por aromas silvestres. En el legado literario de Clemencia Miró, hija del escritor, hay unos deliciosos textos inéditos de 1931-1934 en los que nos habla de sensaciones y de personas que habitaron allí con Sigüenza: el olor a tierra fresca, el del polvo que levantan al paso las pezuñas de las cabras, el tío Quico el casero con el chaleco al hombro, Baltasar en la puerta de su posada, Manihuela limpiando sus pucheros, Patro, fresca, con un pomo de jazmines en el pecho haciendo ganchillo, el masero de Pallmosa y las de Altea hablando con las gallinas y haciendo ramos de rosas y pasionarias para el Altar Mayor? Recuerda Clemencia: «Era de noche, húmeda de olor a hierbas y de gotas de estrellas cuando regresábamos de nuestros paseos en Polop. El tío Quico se llevaba al burro a beber en la acequia. El agua corría en silencio, sin parar. Más ha corrido el tiempo. No hay esclusa posible para detenerlo».

En 1928, desde Polop escribió Miró: «Pronto regresaremos a Madrid. El único que llegará gordo y colorado seré yo: salud de hacendado sin hacienda. Pero con ese regusto del empaque hemos decidido tenerla, y yo me retiraría aquí para gobernarla. Ya estamos en tratos de compra de una peña, solar de la casona, desde la que se ve el mar, dos valles, cuatro pueblos; y todo sería de nuestros ojos. Y por añadidura nos tienta la codicia de un bancal de almendros, olivos y algarrobos». En el mismo estío también hay contrariedades y anécdotas: «...Y sin fruta, sin pescado. Año ruin en esta comarca. Mi único gozo es llevarme a mi nieto bajo los algarrobos centenarios... Además: la cocinera vallisoletana que hemos traído no sabe guisar. Paisana del Ministro de Instrucción había de ser!».

Atrapado por un trabajo
Miró es secretario de los Concursos Nacionales en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y por ello responsable de tan importante gestión cultural pero se siente atrapado por un trabajo que le impide escribir. Tiene la compleja tarea de organización, tramitación, relaciones, bases, jurados, música, literatura, exposiciones? de todo ha de ocuparse el escritor. El cargo también limita su proyección en el extranjero. En 1925 fue invitado por el Pen Club de Londres, con todos los gastos pagados, para ser miembro de honor en un acto en el que había de pronunciar un discurso en su lengua original. Entre otros fueron Romain Rolland, Duhamel y Jules Romains. Gabriel Miró, sin la autorización del ministro, quedó atrapado en las tareas burocráticas y no pudo ir.

En junio de 1928 comunica a Juan Guerrero Ruiz: «Ayer me riñeron oficialmente porque en Estampa ha salido mi nombre, atribuyéndome la organización de los Concursos. El Ministro me ha advertido –por conducto del Director– que no debo aprovecharme de mi cargo para mi gloria». En Julio escribe a Adelardo Parrilla: «Todavía en mi jaulón, con la soga tirante. Espero romperla en los primeros días de agosto?. Te escribiré desde mi albergue rural. Pídele al Señor que sea pronto». Y en agosto del mismo año, escribe desde el Ministerio: «Seguimos aquí, en esta ciudad harapienta en verano? ¡Cómo me metería en un pinar, en lo más hondo, sin ver a nadie, durante dos años!». A la par que muchos intelectuales, entre ellos los de la Generación del 27, le rinden tributo de admiración, Miró sufre desatención y menosprecio del ministro que no hace caso a sus propuestas y no le dota de los medios necesarios para el desempeño de su gestión, lo que intensifica su deseo de retiro a un lugar provinciano donde libre de ataduras se entregue a su soledad, hermana de tierras y paisajes levantinos, y a su obra de creación literaria.

Un pinar con casa y huerto
Gabriel Miró ejerció durante nueve años el cargo de jefe de servicio. El Conde de las Infantas reconociendo la importancia y responsabilidad de la gestión de Miró propuso su incorporación al escalafón del Ministerio regularizando su situación burocrática pero el Ministro desestimó repetidamente la propuesta que creyó menos merecida desde que Miró publicó El Obispo Leproso.

Las cartas del verano de 1928 evidencian el abatimiento de Miró. A José Ruiz Castillo: «En octubre dejaré el destino del Ministerio. Le dejé la dimisión al director [..] Ya le contaré ruindades. Reconozco que los canallas saben serlo. Eso de la altivez, del menosprecio, etc. son actitudes de incapacidad para la agresión. Palabras consoladoras de nuestra ineptitud para la defensa dura. Hay virtudes que no son más que un pobre refugio de los Sigüenza.[..] En estos momentos no codicio más que mejor salud en mi mujer y la calma de un pinar con casa y huerto...»; Y a Carmen Conde: «A estas horas no sé si soy, todavía, secretario de los Concursos Nacionales... Los ruines no me dejan. Lo peor es que no me revuelva por virtud sino por mi desgana. Lo peor o lo mejor. Cada día más lejos del oficio. Acabaré por internarme definitivamente en estos campos. Así sea; y así será».

Polop fue para Gabriel Miró refugio de quietud y vida durante años y caminos recorridos. En 1929 no pudo regresar a Les Fonts por que la casa había sido vendida. La familia halló hogar estival junto a la carretera de Villafranqueza, en la finca Benisaudet de sus tíos Enrique Falcó y Juana Maignón, que anteriormente había pertenecido a su esposa, Clemencia Maignon.

Ilusinado con su próximo verano en marzo de 1929 escribe a Enrique Falcó con excelente humor y palabras con seseos de habla alicantina: «¿Ya está Benisaudet? Cocina, baño, agua, luz, todo. No falta más que campo! Qué hermosura. Parrales de hierro del rastro traído por Tonico Viñes.[..] Posso salobre; balsa seca, serámicas parque de Rafael; girasoles y chumberas de Capelo; gallineros y vacas artificiales del Soldat. Eso a la redonda. Tahulais y caracoles de hieso en los bancales de horno; y para escursiones de la tarde, la carretera de pulgas, de andrajos, de latas de conserva. Y a descansar en Villafranquessa la republicana, con ovillos de moños de liendres que la dulce brisa te lleva a la boca, con portales regados de aguas de barberías y de orinal, con papelones de tripas de sardina y de melva en cada cantonada, y gatos que miran como si llevasen gafas de Domingo Carratalá. No pasa ni un día sin pensar en el Paraíso de Benisaudet. Si el Señor hubiese colocado allí a los pobres Adán y Eva, permanecería la poma intacta».

En Junio Miró comunica a Enrque Falcó su deseo de ir a la finca: «...Quisiera inaugurar la finca. Ir todos los días a Alicante contigo. [..] Volaríamos juntos la milocha. [..] Enrique, tráeme toda la temporada a Núñez de Sela (Aleluya) y Rafaelito García o Martínez, el casado con la de Vidal... En Benisaudet, julio, agosto, septiembre, tomando el fresco en la balsa, con ellos y un cacherulo. Hermoso verano. Acabo de imaginarlo. Y no puedo contenerme».

Pero Benisaudet no fue el lugar hallado ni el verano resultó el esperado. Su ciudad está cerca pero ya no es su ciudad. El llano no alienta como las cumbres o sus estribaciones bajas con almendros, olivos y peñas encendidas, el agua limpia de los manantiales no fluye aquí ni están los pájaros, las hierbas silvestres los pinos y los aires de Aitana. Invadido por el tedio y la rutina doméstica escribe el 20 julio a Eufrasio Ruiz: «...no me sirvió de nada el silencio, la única virtud de este paraje de greda. Las primeras semanas salimos a visita diaria, y frecuentemente coincidían muchos visitantes. Ya pasó todo. Pero no hago nada. Todos hemos de prestarnos servicios domésticos. María la monja se nos fugó, y con una muchacha, y el trajín de tantos y la inquietud, desde su sillón rodado, de la abuelita, no es posible cuidarse más que de la vida familiar».

Los Ángeles, Alicante 26 julio 1929. Está próxima la fecha en que Miró cumplirá cincuenta años y le asalta la inquietud por el inicio de la vejez: «Pronto ingresaré en los 50! Miro la cifra, y es tremenda la contradicción entre mi ansiedad, mi infancia tan inmediata desde aquí, y las secas realidades que avanzan encima de ese cinco anguloso y huesudo! Me voy a regar unos pinos recién plantados que yo no veré grandes». Con la misma zozobra comunica el 19 de agosto su medio siglo a José Ruiz Castillo: «¡Ese 5, esos 50 que acaban de aparecer culminando y midiendo mi vida! 50 años, Castillo! He de principiar a ser viejo [..]. Todo en mí, todo yermo, desasimiento. [..] Llevo cincuenta y dos días regando, escardando, trabajando como un jornalero. Y para que así resulte, hasta la tierra es ajena. ¡Como nunca he deseado el campo mío, la huerta, el pinar, las soledades agrestes –no estas de afueras de la ciudad- [..] Clima de lugar de fondo, blando, caliente. Agua de cisterna que sale tibia. {..} Y la única anécdota del verano ha sido la fuga de una de las fámulas que trajimos de Madrid. Procedía de un convento de monjas. Era la más antigua, la de más confianza. Hasta las hembras de la Iglesia han de darnos algún apuro! [?] Entonces, ¿es que deseo ir a Madrid? No, eso no; pero me marcharía de donde estoy!».

Desaliento y hastío
En Miró hay desaliento, hastío de trabajo burocrático, abatimiento por los valores absurdamente negados para su ingreso en le Academia de la Lengua que él explica en una entrevista en Heraldo de Madrid: «Acababa de publicarse El Obispo leproso, y la torpe indignación de los que hacen propaganda clerical a domicilio había volcado verdadera basura sobre mi libro y mi nombre». Miró ha recorrido durante años muchas leguas de caminos que ama y ya no tiene. En el final de Años y leguas, su última obra, escribe de forma premonitoria «...Y aquí dejaré a Sigüenza para siempre. Conviene dejarlo antes de que se quede sin juventud. Porque sin un poco de juventud no es posible Sigüenza...».

Falleció el 27 de mayo de 1930. La tierra que no pudo comprar fue toda suya en sus libros.

domingo, 24 de julio de 2016

Libro con fotografías de la historia de Torrox. RESEÑA HISTÓRICA DE TORROX

Plano antiguo del municipio de Torrox



  Torrox es un municipio de la provincia de Málaga, en la comunidad autónoma de Andalucía,  se haya situado en el pliegue Sur de la Sierra de Almijara, al Oriente de la Axarquía, a una altitud media de 120 metros sobre el nivel del mar, ubicada en las coordenadas: 36º45´39” Norte y 3º57¨09” =.
    El término tiene forma triangular con una extensión de 51 km² (ó 5.100 hectáreas) con una población creciente de 15.117 habitantes en 2015, de ellos gran número de extranjeros comunitarios en los campos. El mayor número de sus habitante en encuentran en Torrox-Costa.
   Limita al Oeste con Velez-Málaga, Salobreña y Cómpeta, al Este con Nerja y Frigiliana, y al Sur con el mar mediterráneo
     Hoy día las comunicaciones son buenas, desde Málaga a Torrox  hay 51 kilómetros  por la autovía del Mediterráneo A7/E15, por la salida número 285 derecha por la comarcal A-7202 de doble dirección a un kilómetro. Con el depósito lleno porque no hay gasolineras. El piso asfáltico en bueno, aunque no tiene arcenes. La carretera caracolea con abundantes curvas, por lo que no es aconsejable distraerse mirando el bello paisaje montañoso.

Notas de Ramón Fernández Palmeral. 
Historia de Torrox. Axarquía. Málaga
 Historia de Torrox. Axarquía. Málaga
 Historia de Torrox. Axarquía. Málaga