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13.-AMISTAD DE MIGUEL CON MARÍA ZAMBRANO
Artículo 13.- "Amistad de Miguel Hernández con María Zambrano". Libro Miguel Hernández, poeta del pueblo en 40 artíoculos". Ramón Fernández Palmeral
La relación de amistad que hubo entre la
filósofa veleña María Zambrano y
nuestro poeta, poco o casi nada se ha
investigado de nuevo, excepto la
aportación de Alfonso Berrocal «Miguel Hernández y
María Zambrano: lectura de un poema y un artículo». Actas II Congreso
Internacional, pp. 413-422, (2003). Con este artículo
pretendo aportar un poco más de luz a esta relación sana y de verdadera amistad
que hubo entre dos mentes tan diferentemente ilustradas y a la vez
sensibilidades tan afines, en lo que hoy se llama «conectar caracteres».
Desde
que Ramón Pérez Álvarez comentó en sus artículos de La Lucerna
(año VI, nº 39 y 40) recopilados en el libro Hacia Miguel Hernández, recopilación de artículos de Ramón
Pérez Álvarez, Fundación Cultural Miguel Hernández-Ediciones Empireuma, edición y prólogo de Aitor L.
Larrabide y José Luis Zerón Huguet, epílogo de César Moreno, Orihuela, 2003, se recogen los dos
artículos mencionado en La Lucerna
pp.-85-96 «Presencia de Miguel Hernández», «María Zambrano-Miguel Hernández, una dilecta amistad».
En las páginas 88 y 89, re recoge la carta que María Zambrano escribió desde
Ferney-Voltaire, 11 de enero de 1979 en contestación a una de Ramón Pérez.
Años
después de su amistad con
el poeta oriolano la filósofa veleña le dedicó un artículo en El País
del domingo 9 de julio de 1978, titulado «Presencia de Miguel Hernández», en la Sección Arte y
Pensamiento. En el que comenta «no puedo
precisar cuándo y cómo lo conocí. Llegó a Madrid el año 34, y el llegar a mi
casa de hija de familia en seguida llevado por alguno de los poetas amigos que entonces
la frecuentaban, y el conocernos debió de ser cosa de un instante». Nos habla María del poema que le dedicó
Miguel «La MORADA- amarilla» en número 2, Virgen de Agosto, 1934, El Gallo
Crisis, de Ramón Sijé. Que empieza: ¡Apunta Dios! La
espiga, en el sembrado,/florece Dios, la vid, la flor del vino. Un poema
donde se nombra a Dios once veces. Y la morada amarilla nos dice el poeta que
es Castilla, tal vez por la similitud entre el verde y amarillo de los trigos
con el pan y la sagrada forma.
En 1935 ofrece tres
conferencias en Gijón, actos que señalan ya un pensamiento con voz propia. Es
el momento de lectura intensa tanto literaria como filosófica: Proust,
Dostoievsky, Husserl, Descartes, Kant, Kafka; los griegos: Platón, los
pitagóricos, los órficos, Plotino, los gnósticos, Séneca y los estoicos; los
místicos como san Juan de la Cruz, santa Teresa, san Agustín, Miguel de
Molinos, Bergson, Heidegger, Jung (quien le ofreció incorporarse a su equipo de
trabajo), Marcel... (J. F. Ortega Muñoz. Introducción
al pensamiento de María Zambrano, 1994: 13-23.)
El grupo de amigos se conforma: Rafael Dieste, Jorge Guillén, Pedro Salinas, José Bergamín, Ramón Gaya, Camilo José Cela, Luis Cernuda, Maruja Mallo, Miguel
Hernández quien le dedica el poema «La morada amarilla»:
No sabemos cómo le sentaría a María este
poema, mujer agnóstica y filósofa que se
había declarado a favor de la República (el 11 de febrero de 1930, carta
durísima a su maestro Ortega y Gasset),
aunque ella escribe: «Y así, su poema «LA MORADA- amarilla», don precioso que
me fue ofrecido, se me aparece como una sombra clara e indeleble, mas sombra al
fin, como esas que se desprenden de una flor y aun de su sola fragancia,
emanada de una vida en plenitud de ejercicio, y que ha de referirse a ella. Y
temo que al ser leído sin la presencia viva de su autor, no transmita aquella
su ansia de comunión, aquella incesante, imperativa necesidad de eucaristía
compartida. Es decir, del reino, del reino de Dios aquí en la tierra».
Miguel supo buscar personas influyentes en
Madrid a los que dedicar poemas, y este a María Zambrano y
publicado sin duda en una revista importante como era entonces El Gallo
Crisis, le dio reconocimiento, pues publicó en cada uno de los seis números
de la revista, gracias a su influencia con el director Ramón Sijé.
Hay una fotografía de mediados de junio de
1935 con motivo del homenaje a Vicente Aleixandre por la aparición de La destrucción o el amor,
donde se ve a Miguel Hernández entre un grupo de amigos, entre los que está
sentada María Zambrano junto a Pedro Salinas. Vicente Aleixandre está sentado junto
a Delia del Carril.
Después en Valencia, 1937, no se encontraron
en el II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas, por que ella llegó después de su
inauguración, formó parte del consejo de redacción de Hora de España etapa valenciana y barcelonesa. Al regreso
del viaje de Miguel a Rusia se encontraron otra vez, ella escribirá «en las
últimas veces que le vi, aparecía vuelto hacia adentro, enmudecido».
«Presencia de
Miguel Hernández» está dedicado a
Alfonso Roig «A don Alfonso Roig, que en tiempos de
impenetrable oscuridad dio aliento de vida y derramó palabra verdadera con la
obstinación del agua». El padre Alfonso Roig Izquierdo (1903-1987),
donó su biblioteca —y pinacoteca— a la Diputación de Valencia en marzo
de 1985. En junio de 1988 su colección pictórica se expuso en la Sala Parpalló
bajo el título de «Alfonso Roig i els seus amics». Nunca mejor dicho, porque él
no compró ninguna obra de arte, todas le fueron regaladas por sus amigos:
Eusebio Sempere, Kandisnky, Alfred
Manessier, etc. A lo largo de su vida reunió casi 6.000
libros y más de 180 títulos de revistas.
María Zambrano le conoció en Roma en 1955.
En el verano de
2004 hice una visita a la Fundación María Zambrano de Vélez Málaga, no había ningún libro de
Miguel dedicado a María. Sí encontré
libros de Juan Gil-Albert dedicados a ella. En el diario Información de Alicante
de fecha 19 de julio del 2004, publiqué la noticia siguiente: Tres
dedicatorias prueban una amistad de 32 años entre Gil-Albert y Zambrano.
El artículo de María Zambrano se publicó gracias a don Alfonso Roig, que lo recibió el artículo como una carta
y consideró que era «necesario publicarla». En este artículo se cuenta cómo
Miguel frecuentaba su casa en Conde de Barajas, cómo bajaban por la calle
Segovia y se sentaban en alguna piedra de la Casa de Campo. El poeta se
convierte en una presencia que le acompaña siempre. Y como comenta Alfonso
Berrocal que no hay correspondencia entre Miguel y
María «Así que son ese poema y ese artículo los límites de nuestro espacio
interpretativo del que habrá que apurar los indicios que pueden ofrecernos».
La
conclusión a la que llego es la siguiente, que si un poeta o artista no se
auto-promociona, no lucha por su arte, no se mueve, o no arriesga, y se embarca en empresas mayores, utópicas,
si cabe, su nombre quedará para siempre en el anonimato, porque hay un axioma
que dice que nadie hace nada por nadie.
Breve biografía de María Zambrano Alarcón
Nació en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904.
Se traslada a Madrid a los cuatro años y de allí a Segovia donde reside hasta
1924. En Madrid cursa estudios de Filosofía, asistiendo, durante los años
1924-27, a las clases de Ortega y Gasset, de García Morente, de Julián Besteiro y de Zubiri,
Su primer libro: Horizonte
del liberalismo, aparecido en 1930. En 1932 firmó el manifiesto
fundacional del movimiento denominado Frente Español, inspirado en gran medida
por Ortega, lo disuelve, al ver en Ortega tendencias cercanas a la Falange de
José Antonio Primo de Rivera. Había sido
nombrada desde el año 31 profesora auxiliar de metafísica en la Universidad
Central. En el 32 sustituyó a Xavier Zubiri y comenzó a colaborar en la Revista de Occidente, luego en Cruz y
Raya (donde conoce a Miguel Hernández) y en la revista Hora
de España, en su primera época madrileña, aparecida en 1936. Conoció y
entabló amistad con José Bergamín, con Luis Cernuda, Maruja Mallo, Juan Gil-Albert, Jorge Guillén, Rafael Dieste, Emilio Prados.
En 1936 publica un ensayo sobre su tesis
doctoral: «La salvación del individuo en Espinoza» (Cuadernos de la Facultad
de Filosofía y Letras, febrero-marzo, 1936). El 31 de julio, firmaba junto
con un grupo de intelectuales su adhesión al gobierno republicano, ante la
revuelta militar encabezada por Franco, que fue publicada en la prensa de
Madrid y Barcelona. Zambrano cesa en su puesto de auxiliar en la Cátedra de
Metafísica de la Universidad de Madrid. Parten por Cartagena, parando un día en
Lisboa, luego en la isla Azores y, posteriormente, en La Habana María donde conocerán a Lezama Lima:
La misma tarde que por
primera vez puse el pie en La Habana, camino a
Santiago de Chile y tras un largo y accidentado periplo entre la vida y la
muerte, encontré a José Lezama Lima el año de 1936. [...] Fue en una cena de
acogida, más bien nacida que organizada, ofrecida por un grupo de intelectuales
solidarios de nuestra causa en la guerra civil española. Se sentó a mi lado, a
la derecha, un joven de grande aplomo y, ¿por qué no decirlo?, de una contenida
belleza [...]. Era José Lezama Lima. [...] Y a
través de tantos años sigue, no digo vivo sino viviente, dentro de mí, como si
yo hubiera sabido que aquel joven pertenecía a mi vida esencial, sobre la cual
pueden caer historias, y a veces, la Historia misma.
María
Zambrano «Breve testimonio de un encuentro inacabable»,
1987: 42-43)
Impartirá en el Lyceum Club su primera
conferencia sobre Ortega y Gasset en Panamá, Ecuador, Perú y Chile, de este
país recordará especialmente el paisaje lunar de Antofagasta, y el inmenso
campo de cactus-candelabro en su trayecto en tren desde Valparaíso a Santiago
de Chile. (Julia Castillo: 76) Aparece su
libro Los intelectuales en el drama de España (Editorial Panorama, Santiago
de Chile) y una pequeña antología de Federico García Lorca. Al estallar la
Guerra Civil, María y su esposo regresan a España y se instalan en Valencia,
donde se había trasladado el gobierno de la República:
Se casa 14 de septiembre del 36 con
diplomático Alfonso Rodríguez Aldave, lo destinan a
Santiago de Chile como secretario de la embajada de España, en el verano de
1937 regresan a España, él para
incorporarse a filas, ella para colaborar con la República. Perteneció a la revistas Hora
de España (1937-1938)
constituye, sin duda, una de las más serias revistas de todo el siglo XX
español; en sus páginas figuraban escritos de Antonio Machado, León Felipe, José Moreno Villa, Ángel Ferrant, José Bergamín, Tomás Navarro Tomás, Dámaso Alonso, Joaquín Xirau, Germán Bleiberg, José F. Montesinos, Pedro Bosch Gimpera, Benjamín Jarnés, Rodolfo Halffter, José Gaos, Enrique Díaz Canedo, Emilio Prados, Luis Cernuda, Corpus Barga, Carlos Riba, Juan José Domenchina... Y en su consejo de redacción Manuel Altolaguirre, Rafael Dieste, Antonio Sánchez Barbudo, Juan Gil-Albert, Juan Antonio Gaya Nuño, María
Zambrano, Arturo Serrano Plaja, Ángel Gaos... Característica de la Hora de España son su
falta de retórica, su contenido crítico e intelectual, y sobre todo su deseo
explícito de evitar la demagogia. Luego el exilio a Cuba, México, Roma (donde conoce al valenciano Alfonso Roig), Francia y Suiza.
Fue
premio Príncipe de Asturias en 1981.
Regresó del exilio en 1984, en el aeropuerto le esperaban: Julia
Castillo y Javier Ruiz, Aurelio Torrente, Pepe Tamero y esposa.
Murió el 6-02-1991 en el Hospital de la Princesa, Madrid. Hoy tiene una
Fundación en la localidad de su
nacimiento, en el antiguo Palacio Beniel.
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