El 24 de diciembre del 2005, se cumplió el septuagésimo (70) aniversario
de la muerte de (Ramón Sijé), José Ramón Marín Gutiérrez (1913-1935), sin
bombo ni platillo, pero nunca es tarde, lo que hubo, fue una lectura de la
alocución de Miguel Hernéndez en el cementerio de Orihuela donde está enterrado.
Para
mayor evocación de la figura de este ensayista e intelectual oriolano, es
ocasión oportuna hacer
una breve interrelación con otro alicantino: el custodio espiritual de Monóvar,
José Martínez Ruiz (Azorín), a quien Sijé calificó el último romántico. Y
a quien Sijé nombró varias veces en sus escritos y en su desconocido libro
La decadencia de la flauta y el reinado de los fantastas (1973).
Ramón Sijé era un entusiasta de
la obra azoriniana, que le llega a través de otro alicantino y también admirar
del de Monóvar, Gabriel Miró Ferrer, un alumno autor de El Obispo leproso,
que incluso se dice por los expertos mironianos que superó al maestro, por
su prosa precisa en adjetivación que no preciosista, como se le suele adjudicar,
con cierto sentido del gusto por una nueva literatura. Por la lectura de los
artículos sinejianos no hay dudas de que debío leer una La Voluntad y
Hora de España del maestro de Monóvar.
Pepito Marín y Jesús Poveda
fundaron la revista oriolana quincenal Voluntad, que salió el primer
número el 15 de marzo de 1930, la idea del nombre de la revista la cuenta Jesús
Poveda en su libro Vida, pasión y muerte de un poeta: Miguel Hernández,
México, Ediciones Oasis, 1975, pág. 35 (Nota 56 de José Luis Ferris 2002,71),
cuando Poveda llevaba un ejemplar de La voluntad en la mano, Sijé dijo:
«¿Ya está! Se llamará Voluntad! Azorín nos ha dado el título y a él le pediremos
un trabajo suyo, en presentación del primer número». Que yo sepa Azorín no
publicó en la revista Voluntad. (Jesús Poveda se dio de baja en el
número 4, como secretario estaba Manuel Martínez Fabregat). Revista que tuvo una
corta vida de 13 números.
Y este detalle, el de dar título a
una revista con una obra de Azorín, ha de ser un reconocimiento muy a tener en
cuenta por los estudios azorinianos.
Dos años más tarde, Ramón Sijé
publicó un artículo titulado «Tributo Oleza a Gabriel Miró», en Diario
de Alicante de fecha 4 de junio de 1932, dedicado con la simpleza de un
guiño: A Azorín. Así de simple: A Azorín, nada más y nada menos,
porque las convicciones propias son necesarias para llegar a la verdad, y
presumo que Sijé estuvo detrás del maestro de Monóvar para conseguir algún
artículo para su revista Voluntad o de El Gallo Crisis, sin
conseguirlo. La realidad era otra, por entonces, en 1932, Azorín ya era
Académico de la Real Academia de la Lengua desde el 28 de mayo de 1924, aunque
no leyó su discurso de ingreso, Una hora de España, has el domingo 26 de
octubre de 1924 [1]
.
Años más tarde, en un artículo
publicado por Sijé en la revistas El Gallo Crisis, número 5-6, de 1935,
titulado «La decadencia de la flauta», donde flauta hay que interpretarla como
el hombre o persona creadora de símbolos, según el prólogo de Manuel Martínez
Galiano. Es decadencia del hombre la «nueva literatura» o el neorromantisico,
al que se había apuntado ya Miguel Hernández de la mano de Vicente Aleixandre y
de Pablo Neruda, y, por añadidura esta decadencia política le toca también al
gobierno de la II República, y escribe Sijé:
«Comienza a hablarse, en el sentido apuntado, de “nueva
literatura” en el fin de siglo –y de imperio y de España- del 98: cuando
“Azorín” (sic), en nombre de “Los escritores nuevos”, sienta las bases de
una crítica e imaginativa románticas con aquellas palabras que buscan una
revisión humana y actual –una actualización- del concepto de lo clásico:
“Juzguemos a los muertos con arreglo a los vivos”. La nueva literatura última,
la última variación de los únicamente nuevo, al enfrentarse con el concepto
romántico se encuentra, pues, con una sombra. La de su propio romanticismo,
proyectada en el espejo del romanticismo histórico. Con su fantasma: su misma
creación fantasmal. Con una llaga: su propio ser consumido, y ardiendo».
Más el siguiente párrafo y en el
mismo artículo o discurso pronunciado, casi sermones deductivos a los que Sijé
era muy propenso, parece aludir a Azorín, es como un guiño, sin nombrarle,
quiero advertir que no me queda del todo claro alusión, pero lo intuyo, cuando
escribe, tal vez con sorna ante la falta de cumplir sus deseos de que le mandara
algún artículo:
«El último
romántico empieza negando cobardemente su filiación, escondiéndose bajo la
máscara de un nuevo ismo, cuando sólo es eso: un romántico; pero, un
romántico especialmente adjetivado: el último».
Porque en el párrafo anterior
había escrito que la nueva literatura última al enfrentarse con el romanticismo
se encuentra a su propio romanticismo, por lo tanto, la nueva literatura
engendra romanticismo. Una evidente alusión a la nueva literatura que se estaba
gestando a primeros del siglo XX, gracias a Azorín.
En un texto de la introducción
de Edmundo L. King a Nuestro Padre San Daniel, p.32, de la edición de la
CAM y del Instituto de Cultual Juan-Gil-Albert.1995, leemos:
«Pero si es Azorín quien indica el camino, es Miró quien lo coge de buena gana,
quien hace de la primordialidad de la palabra el punto cardinal de su propia
estética, hecho de que Miró parece tener plena conciencia».
Anteriormente en 1911, Azorín había escrito en “El párrafo: La palabras”:
«Todos
los escritores castellanos de los años recientes, escritores novicios de la
llamada del Arte, y escritores que pisan los altos de la nombradía, confesarán
que el renacimiento de la palabra literaria en España se debe
principalmente a Azorín». A él se debe el estilo que se llama adjetivo,
vehemente y rico pero con templanza y sobriedad».
Sijé conoce el estilo de Miró y de Azorín, sus
primeros artículos tienen el estilo de la nueva literatura del adjetivo preciso,
sin embargo no desarrolló todo su potencial creador porque murió a la temprana
edad de 22 años el 24 de diciembre de 1935.
El día de
Todos los Santos de 1935, Ramón Sijé dio por acabado su libro La decadencia
de la flauta y el reinado de los fantasmas que presentó al Premio
Nacional de Literatura, y que no ganó, se lo dieron a Guillermo Díaz Plaja. En
la página 126 de este texto (que no fue publicado hasta 1973 en el Instituto de
Estudios Alicantino), le dedica un párrafo a Azorín el cual recojo
íntegro y dice así:
«Fue “Azorín”
quien primeramente se dio cuenta de la influencia que la pintura habría podido
ejercer sobre la poesía del duque de Rivas [Ángel Saavedra Ramírez]. Un pintor
–escribía [Azorín]- que con el procedimiento moderno del impresionismo pinta
cuadros de asuntos románticos: ese es el efecto que nos produce el duque de
Rivas”. “Azorín” acierta, cuando al hablar de Rivas, piensa en la pintura; pero,
se equivoca por completo, al precisar el procedimiento pictórico, que el poeta
ha trasladado al terreno creador de la poesía. Porque a Riva no le acomoda el
calificativo de poeta impresionista; en el sentido que tiene esta palabra
cuando se dice pintor impresionistas».
El capítulo
III, pág. 180, de La decadencia de la flauta…, presenta las observaciones
que hizo Azorín en La Voluntad, cuando comenta que: «No hay en ninguna
literatura un ejemplo de teatro más enfático e insoportable (que el clásico
español). Es un teatro sin madre y sin niños, de carácter monomórficos, de
tempestades abstractas, resueltos en damiselas parladoras, en espadachines
grotescos, en graciosos estúpidos, en gentes que hablan de honor a cada paso, y
a cada paso cometen mil villanías…». (Sijé no anota la página de donde toma la
frase de Azorín)
[2]
. La fecha en que está escrita La Voluntad (1902) nos aproxima al tiempo
del pensamiento azoriniano revolucionario y anarquizante. Por la frase de un
artículo sobre el amor libre, en el que decía que «el matrimonio es una
institución profundamente inmoral…», le ocasionó a Azorín el despido del diario
El País (febrero de 1897). Aunque cambió la idea sobre el matrimonio
porque se casó con doña Julia Guinda en 1908. Luego Sijé se preguntará ¿Por qué
no aparece la madre en el teatro romántico español? Estamos en camino de
resolver el problema de la ausencia clásica de la madre.
Finaliza
Ramón Sijé el capítulo III de La decadencia de la flauta... (p.180-181)
con las observaciones que hizo Azorín en La Voluntad, cuando comenta que:
«No hay en ninguna literatura un ejemplo de teatro más enfático e insoportable
(que el clásico español). Es un teatro sin madre y sin niños, de carácter
monomórfico, de tempestades abstractas, resueltos en damiselas parladoras, en
espadachines grotescos, en graciosos estúpidos, en gentes que hablan de honor a
cada paso, y a cada paso cometen mil villanías…». (Sijé no anota la página de
donde toma la frase de Azorín). Pero he podido averiguar que pertenece a
La Voluntad (1902), Capítulo IV de la Segunda Parte, pág. 213 de la
Edición de E. Inman Fox, Clásicos Castalia, Madrid , 1989, 5º Edición. Antonio
Azorín, el protagonista de la novela realiza un viaje a Toledo. El contexto de
la frase se refiere a los clásicos, leemos: «Lope da fin a la dramaturgia en
prosa, sencilla, jugosa, espontánea, de Timoneda y Rueda; su teatro inaugura el
periodo bárbaro de la dramaturgia artificiosa, palabrera, sin observación, sin
verdad, sin poesía, de los Calderón, Rojas, Téllez, Moreto. No hay en ninguna
literatura…». (En diciembre de 1900 Azorín hico un viaje con Pío Baroja a
Toledo, Nota 91 de Inman Fox, de la referida edición).
En la
página 215-216 del mismo libro de Sijé, aparece otro texto donde se hacer
referencia a Azorín, es el siguiente:
En
la misma línea de Don Opando unas elecciones (obra de Serafín Estébanez
González (1799-1867), y esto bastará para comprender su total significación
crítica, está “El chirrión de los políticos” de Azorín.
Azorín publicó El chirrión de los
políticos. Fantasía moral en el año 1923 [3]
. Chirrión es un carro cuyo eje gira al par de las ruedas.
Y desde
ahora propongo que se investigue el posible epistolario entre Ramón Sijé con
Azorín.
NOTAS
[1]
] Entró Azorín en la Real Academia de la Lengua por fallecimiento de don
Juan Navarro Reverte. Entró al acto acompañado, de acuerdo al protocolo
de Serafín Álvarez Quintero y Julio Casares. El acto estaba presidido
por don Antonio Maura, el obispo de Madrdi-Alcalá y otras
personalidades. Entre los académicos estaban Ramón Menéndez Pida, el
cervantista Rodriguez Marín (Notas deJosé Montero Padill Castalia
Didácticas nº33, Madrid 1993).
[2]
] La Voluntad (1902), Capítulo IV de la Segunda Parte, pág. 213
de la Edición de E. Inman Fox, Clásicos Castalia, Madrid , 1989, 5º
Edición. Antonio Azorín, el protagonista de la novela realiza un viaje
a Toledo. El contexto de la frase se refiere a los clásicos, leemos:
«Lope da fin a la dramaturgia en prosa, sencilla, jugosa, espontánea, de
Timoneda y Rueda; su teatro inaugura el periodo bárbaro de la
dramaturgia artificiosa, palabrera, sin observación, sin verdad, sin
poesía, de los Calderón, Rojas, Téllez, Moreto. No hay en ninguna
literatura…». (En diciembre de 1900 Azorín hico un viaje con Pío Baroja
a Toledo, Nota 91 de Inman Fox, de la referida edición).
[3]
] Azorín, en «El chirrión de los políticos» relata los juegos de
unos cortesanos en tiempos de Isabel la Católica. Tenían que subir a una
higuera con los ojos vendado y coger un higo. Si no éste estaba maduro
tenína que pagar una prenda. Uno de ellos, palpó un higo. Notó su
dureza. Dijo dirigiéndose al higo, «enderézate» y prosiguió la búsqueda
de otro hijo maduro. La reina Isabel, alabó su prudencia y tacto.
Otros artículos de Ramón Fernández Palmeral relacionados
con Ramón Sijé:
Ramón Sijé, una
aproximación:
La elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández
Nota.- Mi agradecimiento a Gaspar Peral Baeza
por su archivo sijeniano.
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